LAS dificultades para gobernar a Bogotá son enormes. Se trata de una ciudad que fue construida en gran parte por urbanizadores piratas, en donde la planificación ha ocupado tradicionalmente un segundo lugar frente a las decisiones de política de campanario en el Concejo. No pocos de los urbanizadores “legales” se apoderaron de terrenos que antes eran de la ciudad en los que estaba prohibido construir, como en los cerros y edificaron consiguiendo permisos y licencias mediante el tráfico de influencias. Los movimientos políticos en su momento apoyaban el asalto y la invasión de fincas, en las que después se construía de manera ilegal. Y los urbanizadores piratas por años han tenido gran influencia en el Concejo y en la administración de la ciudad, siendo elegidos en algunos casos en las corporaciones públicas. Hoy somos una megalópolis en la que se acumulan toda suerte de problemas.
La gobernabilidad de la capital se resiente en la medida que se producen continuos cambios en la administración y cada nuevo funcionario presenta diferentes proyectos hasta que lo cambian, lo destituyen o renuncia. Bogotá vive en permanente zozobra y como en suspenso. Estamos perdiendo tiempo precioso, todos sabemos que por cuenta de Transmilenio llega un momento en que el sistema mismo entra en crisis aguda, cuando el número de buses que recorren sus líneas lo hace más lento y se pierde mas tiempo en las paradas, que es el punto muerto en el que tiende a colapsar. En particular por cuanto avanza por las calles y debe parar en los semáforos e intersecciones a diferencia del sistema elevado o subterráneo de transporte. Por lo mismo, en otras ciudades ese medio de transporte se complementa con el metro y se avanza en vías subterráneas, así como se construyen numerosos puentes y vías elevadas. Por desgracia, los esfuerzos del gobierno del presidente Juan Manuel Santos han resultado infructuosos para avanzar en las nuevas modalidades de transporte, pese a que después de varias reuniones con el alcalde Gustavo Petro, se dice que existe acuerdo sobre modalidades de transporte que después no se concretan.
Los conflictos en Bogotá vienen de antiguo y no se van a solucionar de un día para otro, en particular cuando se toman medidas de alto riesgo sin estudios previos que las justifiquen. Preocupa que, como lo advierte el ministro Germán Vargas Lleras, se estanquen los proyectos de vivienda social en la capital. Preocupa, que se retrase la ciudad y que numerosos inversionistas prefieran construir bodegas fuera de Bogotá, por la lentitud de los permisos y las trabas oficiales. Preocupa que una ciudad que tiene la dolorosa experiencia del 9 de abril, donde se vivió uno de los episodios más violentos de la lucha de clases en nuestra historia, junto con incendios y depredaciones horribles, se fomente el desencuentro social.
Bogotá debe recuperar la gobernabilidad. El hecho de que sectores de izquierda hayan llegado al poder en varias y sucesivas administraciones es una muestra de la manera como funciona la democracia colombiana. Mas sin importar la corriente política de quienes lleguen por el voto popular al gobierno de la ciudad, deben coordinar su labor en los planes conjuntos que es preciso se desarrollen con el Gobierno nacional. El presidente Juan Manuel Santos, quien es bogotano y le duele la ciudad, es el primer interesado en el buen gobierno de la misma y en apoyar los grandes proyectos de beneficio para todos los bogotanos. La capital no puede rezagarse. Y la pulcritud administrativa se debe defender a toda costa.
La recolección de basuras es un tema esencial para la calidad de vida en la urbe. La experiencia de la recolección de basuras por cuenta de la administración publica degeneró en un desastre, hasta que el entonces primer alcalde elegido popularmente, Andrés Pastrana, abrió una licitación pública para que el sector privado entrara a cumplir ese servicio, lo que ha dado resultados positivos hasta hoy. Lo que no quiere decir que no se pueda mejorar. Y surge la situación de los recicladores que reclaman que se les garantice su actividad, en lo que tienen justa razón y deben ser atendidos. Lo que se puede conciliar en cuanto las autoridades lleguen a acuerdos favorables para el servicio en Bogotá.
La ciudad se hunde día a día en cuanto a la reparación de la malla vial, los servicios, la infraestructura es deficiente, la construcción tiende a paralizase. La falta de una auténtica seguridad jurídica y de respeto a las normas urbanas por funcionarios menores tienen de cabeza a la administración. Es el momento que el señor alcalde Petro le dé un vuelco a su administración y que se limen las asperezas con el Gobierno central. En esas pugnas absurdas, infecundas y estériles, la que pierde es Bogotá.