De Tucidides al expansionismo ruso
Las jugadas de ajedrez del nuevo Zar
Los estudiosos que recuerdan la interpretación de Tucidides de la Guerra del Peloponeso, en esos textos memorables se entiende cómo se inician las escaladas bélicas que terminan en grandes guerras, sin poder dilucidar su final. La maravillosa obra de Tucidides tiene el inmenso mérito de dar origen a la ciencia de la historia que permite esclarecer los hechos atendiendo minucias significativas, aspectos de la conducción militar, la estrategia y la táctica, así como los mecanismos por medio de los cuales se desatan factores emocionales que propician las más sangrientas represalias de los bandos, hasta llegar al momento en el cual la hostilidad mutua reclama la aniquilación total del enemigo. Lo que se traduce en depredaciones terribles, el incendio de aldeas y las más sangrientas fechorías. La disputa entre Atenas y Esparta envuelve la Grecia antigua en una tormenta aciaga, la que solo puede terminar con el triunfo de uno u otro bando, con modelos políticos y de vida diferentes. Esparta entrena a sus habitantes casi desde que nacen en el arte de la guerra, en tanto la Atenas de Pericles, es una escuela de sabiduría y democracia en la que impera el civilismo y el diálogo permanente entre gobernantes y gobernados. Parecería que la refinada y culta Atenas estaba destinada a sucumbir frente a la sombría animosidad militar de Esparta, gobernada por tiranos.
No fue así. La gran lección de Atenas que le deja a la posteridad a través de los siglos, en parte gracias a Tucidides, es que la inteligencia y el refinamiento cultural cuando pasan de orientar la democracia a hacer la guerra aun contra la potencia mejor entrenada para domesticar otros pueblos de la época, logran en democracia conquistar la victoria. Tucidides, intenta descifrar el destino conjetural que induce a los gobernantes a la hostilidad irreductible que desencadena la guerra, sin lograr penetrar en la oscuridad del desajuste mental que lleva a jugarse la vida en el campo de batalla o caer abatido. Tuvimos que esperar a la aparición de Sigmond Freud y sus análisis profundos sobre la libido y la lucha fatal entre Eros y Tanatos, que concurren en momentos decisivos a la polarización de la voluntad de los hombres. Karl Jung, va más lejos que su maestro y se adentra en lo más recóndito del comportamiento de las masas para dar con el inconsciente colectivo. Es así como en su consultorio en Suiza, cuando atendía pacientes alemanes perturbados con sueños guerreristas de la mitología germana, detectó, súbitamente, que de la profundidad del alma de ese pueblo emergía incontenible el revanchismo que derivaría fatalmente en otra guerra. Entonces, el científico genial con paciencia y metodología se dedicó a estudiar la política alemana y dedujo que un pequeño partido en Munich, compuesto por personajes modestos y sin currículo político, enfundados en uniformes pardos que portaban como insignia banderas con la esvástica, dirigidos por un excabo de bigote recortado y ojuelos azules de orate, quien parecía encarnar las apetencias del inconsciente colectivo agobiado por la frustración y la derrota en la I Guerra Mundial, que estaba por devolver el honor y recobrar el espacio vital en el Este que reclamaba su pueblo.
Es curioso que científicos y pitonisas coincidan en otear el futuro signado por el desvarío de los políticos y el cruce de aceros entre los militares, sin que por esa premonición que suelen transmitir a su entorno consigan detener la rueda de la fortuna. Por eso los griegos primigenios decían que cuando los dioses querían perder a los hombres les enviaban esa enfemedad tan antigua como el ser humano, la locura. Es la sinrazón la que lleva a que unos y otros decidan resolver sus antagonismos y ambiciones por la fuerza, aun en el siglo XXI. Es así como la historia de Iván el Terrible quien intentaba dirigir las tempestades en el Kremlin, parece repetirse en el presidente Vladimir Putin, quien desde Moscú intenta recuperar parte del antiguo imperio y de lo que fue la Unión Soviética. Rusia sola aún con su inmenso territorio y riquezas, es una temible potencia nuclear que en lo económico es superada de lejos por los Estados Unidos, mas si consigue unir como un imán a las partes del rompecabezas que le faltan volvería a ser tan poderosa como antaño. Este juego geopolítico explica las movidas de ajedrez en Ucrania, el Báltico, en el mar Negro, en el estrecho de Ormuz y en el resto del mundo y escenarios internacionales que desencadena Rusia.