- Consigna plausible del presidente Duque
- El difícil reto de la concertación
La propuesta afirmativa del presidente Duque, incluso más allá de la campaña electoral, ha sido la del Pacto por Colombia. Existe allí una gigantesca cantidad de política que ameritaría concentrarse en ello con toda la atención y rigurosidad del caso.
No basta, ciertamente, con exponer unos programas que sin duda pueden servir de política pública positiva pero que no suelen ser suficientes para señalar el norte gubernamental en materia de orientación del país. Son ellos, por lo demás, parte del Plan Nacional de Desarrollo. Y desde luego concentran la organización y el empuje del Gobierno para sacarlo adelante. No obstante, la marcha de los designios estatales va mucho más allá por cuanto trasciende el formalismo y los mecanismos correspondientes para llevar a cabo los propósitos establecidos.
En suma, todo gobierno logra su sintonía popular, no solo a partir de los elementos programáticos, sino especialmente de la movilización de las ideas y las explicaciones permanentes del destino al que se pretenda abrir camino. Cuando el presidente Donald Trump dice “América primero”, la consigna le permite en una sola frase establecer claramente su proyección como mandatario. El público puede estar de acuerdo o no, pero de antemano sabe a qué atenerse, una vez logrado el triunfo democrático. Así ocurre con prácticamente todos los presidentes y a partir de ello se fijan los criterios oficiales y los de la oposición. Podría decirse, en ese sentido, que siempre hay una especie de sombrilla conceptual en la cual se ampara el núcleo de las pretensiones dirigentes del mandatario de turno.
Con mucho tino el presidente Duque habló alguna vez del Pacto por Colombia. Y buena parte del país, tanto sus partidarios como sus opositores, recibieron de buena manera esa posibilidad. Entonces se dijo que solo faltaba concretar los asuntos atinentes al Pacto, pero el tema finalmente se dejó en el aire. Es una lástima que así haya sido porque, en efecto, hay allí una indudable necesidad nacional.
Desde luego, la contradictoria ley según la cual los partidos políticos tienen obligatoriamente que declararse oficialistas, independientes o de oposición, ha fragmentado el ambiente. En todo caso, frente al estilo presidencial, resulta evidente que poco a poco va logrando generar nuevos mecanismos de entendimiento gubernamental diferentes a la denominada “mermelada”, que no es más que la preeminencia de las canonjías y los privilegios en vez del curso natural de las convicciones.
Al presidente Duque, pues, le queda fácil hacer del Pacto por Colombia una verdadera consigna de gobierno. Esto porque, en los escasos meses que lleva al frente del país, ha demostrado ser una persona con capacidad de congregar diferentes voluntades. Esa práctica es la que le permite sacar al país poco a poco de la nociva polarización en que está metido y producir las sinergias requeridas para avizorar un futuro diferente al del nerviosismo y la irritación a la que habían acostumbrado a la nación colombiana.
Efectivamente, nada es más apetecible para el país, hoy en día, que la concertación. No significa, en modo alguno, que los congregados dejen de lado sus convicciones. Pero sí se requiere unos puntos de acuerdo mínimos en los que se pueda soportar el avance del país y dejar de lado la confrontación política como único escenario posible.
Ha dicho el mismo presidente Duque que su norte es la legalidad, la innovación y la equidad. Son tres elementos en los que más o menos todo el mundo está de acuerdo, puesto que el país registra una ansiedad de futuro más que de regreso al pasado.
Por su carácter no es Duque, ciertamente, persona que parezca satisfecha simplemente con gerenciar la política pública. Tampoco es un obsesivo de dejar huella histórica a como dé lugar y aun fijándole pulsos al país. Pero sí es una persona joven cuyo ánimo es generarle a Colombia una vocación de futuro diferente a la establecida entre los que se pelean para tener una única razón personalista.
Es evidente, en este momento, que el país tiene la lupa puesta en la reforma tributaria y que esta es motivo de hondas divisiones. No quiere decir ello, sin embargo, que el Presidente no pueda retornar a su idea inicial del Pacto por Colombia que tan bien cayó entre todos los colombianos.