* Votar por la experiencia y la eficacia
- No es momento para improvisaciones
Cada uno de los 36,2 millones de ciudadanos que hoy pueden asistir a las urnas para votar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales tiene una gran responsabilidad. El sentido de su sufragio, sin duda, estará marcando el futuro del país no sólo para el próximo cuatrienio, sino a más largo plazo. Colombia, en consecuencia, se está jugando mucho en esta jornada democrática. En ese orden de ideas, lo que está hoy sobre el tapete no solo es definir cuáles de los candidatos pasan al balotaje final para escoger al sucesor de Juan Manuel Santos, sino el empezar a señalar el rumbo político, económico, social e institucional de la Nación.
En atención a ello, lo primero que habría que recalcar al electorado es que no es el momento de improvisar ni de aventurar política ni electoralmente. El país tiene muchos desafíos estructurales y coyunturales que exigen del próximo gobierno la toma de decisiones importantes y prontas. Decisiones en materia de reformas a los sistemas electoral, político, gasto oficial, tamaño estatal, pensional, laboral, judicial, ambiental, minero, regalías, de salud, educativo, tributario y en otros campos. Decisiones en materia de ajustes a la implementación del acuerdo de paz, el combate a los actores de violencia que siguen operando y cómo redoblar la lucha contra el narcotráfico. Decisiones en materia de acompasar la activación de las políticas públicas estatales a las prácticas de buen gobierno que establece la OCDE, organización a la que Colombia por fin ingresó y que, sin duda, marcará un punto de inflexión en el manejo de lo público. Decisiones en materia de agilizar los proyectos de infraestructura vial, aeroportuaria, portuaria, de vivienda, acueducto, alcantarillado, urbanística y turística. Decisiones en materia de repotenciar la estrategia diplomática y de relaciones exteriores que ponga al país en el estatus geopolítico que se merece.
Para abocar semejantes desafíos se requiere de un Presidente de la República que tenga experiencia en el manejo de los altos asuntos de Estado. Que tenga un perfil gerencial capaz de ejecutar los grandes proyectos con eficacia, transparencia y vocación de largo plazo. Que tenga el suficiente carácter y autonomía de criterio para asumir las grandes decisiones. Que sea capaz de generar consensos multipartidistas en el Congreso para sacar avante las reformas que requiere el país en muchos campos. Que en lugar de apostar por generar más polarización y división entre los colombianos se ponga a la tarea de encarnar la unidad nacional que requiere Colombia para solucionar sus principales problemáticas. Que tenga experticia en construir sinergias transparentes y proactivas con el sector privado para arrancar y llevar a buen puerto los megaproyectos. Que tenga ascendencia entre las Fuerzas Militares y de Policía para allanar la construcción y puesta en marcha de una estrategia de seguridad urbana y rural efectiva y moderna… En fin, que tenga mentalidad de estadista, reconocida capacidad de liderazgo, que no genere temor, incredulidad ni prevención entre el empresariado. Que entienda la importancia de la seguridad jurídica para atraer inversión estructural y de largo aliento. Que en materia de lucha contra la corrupción tenga resultados concretos y medibles, y no apenas formulaciones discursivas y efectistas. Que aplique en cada acción y decisión la supremacía de la Constitución y la ley como marcos regulatorios que garantizan la marcha de la sociedad, ya que el delicado momento nacional lo que menos requiere es de dirigentes que violen la independencia y autonomía de los poderes públicos o traten, caprichosamente, de pasar por encima de la normatividad con políticas ideologizadas o gaseosas tesis de “estados de opinión”.
Como se ve, la cita en las urnas hoy no es trámite ni una formalidad democrática más. Tampoco una elección de ‘ensayo y error’ que puede corregirse en la segunda y definitiva vuelta presidencial del 17 de junio. Todo lo contrario, dadas las grandes diferencias entre los perfiles, programas, trayectorias, experticias en temas de Estado y posturas de los candidatos presidenciales, lo que hoy se defina será determinante para el futuro inmediato del país. Como se dijo, no hay lugar a la improvisación ni al aventurerismo. Tras una campaña intensa como la que hoy llega al momento culminante de la primera fase, ya la opinión pública tiene una idea clara de quién es quién en la contienda. Ello permitirá un voto informado. Lo importante es que, además, sea acertado.