* El espejismo de Islandia
* Apertura con la moneda más sobrevalorada
El origen de la crisis española está en el contubernio de las altas finanzas y los gobiernos de turno, en tiempos en los cuales el capital financiero se desplaza internacionalmente con la globalización en cuestión de minutos. Así que uno de los negocios mas jugosos ha sido el de la especulación inmobiliaria, que comenzó con la financiación de la banca a los constructores, quienes a su vez vendían en obra negra los departamentos y casas, que en poco tiempo se valorizaban, dejando atractivas ganancias a los constructores y los bancos. El negocio se mantuvo de una manera conservadora, hasta que los mismos bancos o sus socios, entraron a la cadena especulativa fundando y comprando constructoras, participando en presiones en las pequeñas y grandes ciudades para alterar los permisos de construcción, con ventas sobre planos; el mercado se satura y a partir de ese momento, la banca le presta a clientes que no tienen los recursos para pagar, pero al comprar a debe mantienen los precios a la espera de nuevos clientes solventes. La especulación se extendió a maniobras financieras como la de prestar calculando a futuro el precio al alza de los inmuebles, que cayeron posteriormente. El matrimonio entre la banca y las aseguradoras hizo posible el escandaloso negocio especulativo en Florida que desató la crisis en los Estados Unidos y en otros países; crisis en la que sale chamuscada la banca española, para seguir especulando en otros países y en la Península. Por largo tiempo los bancos se dedican a conseguir préstamos en los Estados Unidos y trasladar el dinero a países donde les pagaban mayores intereses, lo que les permitía ganar por punta y punta.
La gente se pregunta ¿cómo hizo España para mantener la banca a flote? La banca española buscó recursos en entidades financieras de terceros países. En la medida que la crisis se extendía los bancos se tornan más audaces y la especulación crece, apoyada en los políticos y las cajas de ahorro locales. Al principio la situación parecía manejable a la espera de la recuperación económica, de vientos crediticios favorables y el renacer de la especulación o la reactivación predicada por el gobierno de turno. Recuperación que nunca llegó, lo que empuja hasta el abismo el país, cuando recibe el gobierno Mariano Rajoy, con la banca en cuidados intensivos. Pronto el nuevo gobierno se da cuenta de que no está en capacidad de salvar la banca con sus propios recursos, dado que la deuda oficial es inmensa y va en aumento, en tanto se prolonga la crisis. En ese momento la única posibilidad de sortear la peligrosa situación es acudir al salvamento del Banco Central Europeo y los organismos internacionales. Y lo peor es que la parálisis económica que agobia a los bancos privados determina que se cierre el crédito, así que toda la economía se resiente.
La comparación de España con el manejo de la crisis de Islandia en el 2008, un país con un poco más de 350.000 habitantes, en donde por presiones populares se dejó que la banca se desplomara, lo que a la larga, después de las dolorosas quiebras, deja en pie a los mejores y la economía tras 4 años hoy da muestras de notable recuperación. En el caso español una medida de esa naturaleza tendría un efecto dominó devastador en toda la eurozona.
En un mundo globalizado los efectos de crisis lejanas pueden llegar súbitamente y en cualquier momento. Como se sabe las empresas españolas en Hispanoamérica en su mayoría siguen dando utilidades, dado que en la región no se siente el coletazo de la crisis europea, apenas en la venta de algunos activos. En Colombia la inversión española es cuantiosa y ha resultado un salvavidas en tiempos de vacas flacas para ambos países. Es más preocupante para nosotros la suerte de EE.UU., la desaceleración de China, en la actualidad nuestro segundo comprador internacional. Lo mismo que la desaceleración de la India y el Brasil, así como la baja en los precios del petróleo y de otros minerales cuyo consumo está ligado al crecimiento de las grandes potencias, en cuanto Colombia no es una isla. No solamente en el país se sienten los efectos moderados por ahora de la enfermedad holandesa, sino que llegamos al TLC con Estados Unidos y la UE, con la moneda más sobrevalorada del planeta, lo que anuncia una cascada de importaciones que favorecen a los comerciantes y afectarán duramente la microempresa y la producción rural. Al tiempo que ofrecen oportunidades a los industriales que compitan con tecnología de punta.