- Integración Bogotá-Sabana sigue frenada
- Congreso debe definir marco normativo
Las cifras hablan por sí solas: Bogotá y Cundinamarca tienen un crecimiento económico superior al promedio nacional e incluso al de América Latina. La Ciudad-Región es el motor económico del país, con un PIB total de US$102 mil millones, que es el 32 por ciento del PIB nacional, un monto superior al de países como Guatemala, Costa Rica y Panamá, por ejemplo. Incluso el PIB per cápita es de US$10.270, que es US$3.890 más que el promedio nacional. La economía de la zona está asociada a actividades de servicios que representan el 61 por ciento del PIB nacional, comercio con el 25 por ciento e industria manufacturera con el 12 por ciento. En la que debería ser una región metropolitana formal habitan cerca de 10,8 millones de potenciales consumidores, que es el 21 por ciento de la población colombiana. El aeropuerto El Dorado -que tendrá una sede alterna en la Sabana en pocos años- es la primera terminal aérea de América Latina en términos de movimiento de carga con más de 674 mil toneladas al año y la tercera por movimiento de pasajeros, con cerca de 31 millones. Asimismo, en Bogotá-Región se realiza el 57 por ciento de las transacciones financieras del país. El municipio de mayor crecimiento poblacional en Colombia en este momento es Soacha y en poco tiempo podría ser la cuarta ciudad más poblada del país. En los próximos 40 años en la ciudad se tendrá que construir el total de las viviendas que actualmente tiene, es decir, 2,6 millones…
Los anteriores rubros no hacen más que confirmar la urgencia de que la Ciudad-Región se concrete de una vez por todas. En las últimas dos décadas no ha existido gobierno nacional, distrital ni departamental que no haya impulsado la necesidad de crear un área metropolitana que integrara a la capital del país con los municipios circunvecinos, de forma tal que se pueda acompasar el desarrollo político, económico, social, urbanístico, ambiental, vial, educativo, empresarial e institucional de la que es, sin duda, la zonas más estratégica de Colombia.
Sin embargo, todos los intentos han fracasado, sin importar la mayor o menor voluntad política manifestada por los presidentes, burgomaestres distritales, gobernadores o los alcaldes cundinamarqueses de turno. Son muchas las razones, siendo la principal el vacío constitucional y legal respecto a lo que implica y exige la creación de una verdadera área metropolitana. A hoy, es claro, no existe un marco normativo al respecto, e incluso podría decirse que la urgencia de esta figura jurídica territorial terminó siendo subordinada a propósitos de integración más ambiciosos, como los de las Regiones Administrativa y de Planificación (RAP), que reúne preferencialmente a los departamentos, y no a las capitales con sus áreas circundantes.
En las últimas semanas la necesidad de una Ciudad-Región se ha puesto de nuevo sobre la mesa, no solo por estar contemplada -una vez más- en las bases del Plan Nacional de Desarrollo que está terminando de confeccionar el gobierno Duque, sino porque el propio alcalde distrital propuso recientemente que se estudiara la posibilidad de una fusión de los municipios aledaños a la ciudad, sin que necesariamente se haga con la capital de la República, para conformar otra gran ciudad. A ello se suma, que en el Congreso ya cursa un proyecto que plantea crear un área metropolitana que integraría a Bogotá con un área de 21 municipios circundantes.
De igual manera, foros recientes a los que han asistido los Representantes a la Cámara por la capital del país y los de Cundinamarca así como los gremios, centros de estudios de la zona, gobernador, alcaldes, diputados y concejales han coincidido en que es urgente avanzar en el marco jurídico que permita concretar la Ciudad-Región. Ello bajo la premisa innegable de que en el día a día esta ya es una realidad por los intensos flujos poblacionales, económicos y sociales. Sin embargo, la ausencia de un marco normativo que regule esa integración, defina competencias, coordine las normas distritales con las departamentales y locales, han generado un crecimiento y dinamismo, potentes eso sí, pero desordenados, con duplicidad de funciones, choques jurisdiccionales, competencias inútiles en distintos campos, falta de focalización presupuestal, cuellos de botella viales, urbanización desaforada en la Sabana, auge de parques industriales, especulación con el precio de la tierra, afectación de la seguridad alimentaria zonal… La consecuencia de todo lo anterior no podía ser más lesiva: un escenario en donde el potencial de la Bogotá-Región se ve limitado peligrosamente e incluso podría ser superado en algunos años por otras regiones en donde las áreas metropolitanas sí han podido avanzar en una estructuración lenta pero sostenida.