¿Cambiarán las encuestas? | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Mayo de 2016

·      Prima lo negativo en percepción ciudadana

·      Causas internas y exógenas de la destorcida

 

Faltando dos años para las próximas elecciones presidenciales, cuando puede señalarse la fecha de caducidad del Gobierno, la impopularidad del Primer Mandatario ha llegado al peor rubro de su doble mandato. Lo más grave es la tendencia declinante. La gente piensa que todo está empeorando.  Con ello el país viene naufragando en un fermento pesimista que todo lo ve negro y sin futuro. Y cualquier cosa que el Gobierno determine tiende a mirarse con el visor negativo más que el positivo. Por decirlo de alguna manera, el público mantiene el pulgar hacia abajo. Y no parece querer cambiar de actitud y hace oídos sordos de cualquier determinación que venga del Presidente. De hecho, algunos de sus aliados partidistas andan tomando distancia, como suele ocurrir con las ratones cuando el barco hace agua.    

 

Está claro, desde luego, que el panorama nacional no es el mismo que cuando el país estaba boyante a raíz de la renta minero-energética. Entonces Colombia era uno de los “milagros” económicos del continente. Pero ante las dificultades de la desaceleración la cuenta de cobro es, por supuesto, para el Ejecutivo. Existe una sensación generalizada de empobrecimiento fruto, entre los más pudientes, del golpe devaluacionista y tributario sobre el patrimonio y, entre los menos favorecidos, por el impacto de la inflación y el desempleo en su vida cotidiana. La clase media, por su parte, siente que lo logrado fue espuma. En ese cuadro diagnóstico muy poco se tienen en cuenta los factores que, desde el exterior, modificaron sustancialmente la marcha económica de la última década y media, y que volvieron a poner a Colombia en la ruta de su economía tradicional, por fuera de la rentabilidad extractiva. Muchas y grandes fueron las expectativas entonces e igualmente duro es el porrazo de hoy frente al alejamiento de lo que se creyó permanente y sostenible. Es lo que, a no dudarlo, se vislumbra en las encuestas.

 

Frente a ello, con todos los indicadores económicos y sociales con un registro altamente desfavorable en los sondeos, el Gobierno tiene que apersonarse de generar las condiciones para que sea percibido como  fuerte y orientado. Nada es más gravoso, en una época de crisis, que lo contrario. Todavía más necesario cuando se sabe, de antemano, que las medidas a tomar en materia económica no serán populares y por el contrario se presentarán a un Congreso remiso a compartir el desgaste político. Muchos de los parlamentarios, por el contrario, ya andan preparando su enésima reelección  y no perciben, en modo alguno, ventaja en hacer parte de una coalición gastada y gelatinosa a la que, por lo demás, se le viene dando la partida de defunción por parte de quienes intentaron teñir de rojo al presidente Santos, desde el principio, y ahora les suena que ya no tiene esos colores.   

 

En ese escenario, el proceso de paz, la apuesta central del gobierno Santos, se enfrenta a dificultades exógenas a la negociación y no fácilmente solucionables. Parecido, de alguna manera, a lo ocurrido en la época del Caguán, cuando las calamidades económicas de inmediato impactaban la Mesa y la confianza ciudadana en la salida política negociada entraba en picada. El teatro es, por supuesto, otro en la medida en que ha prosperado la tregua que ha aminorado efectivamente el conflicto armado interno. Y ahora se busca convenir el cese al fuego bilateral que luego lleve al desarme y desmovilización que, a su vez, está pactada en la agenda con las Farc. Si bien haber puesto fechas “fatales” al proceso, no ha dado resultados, es en todo caso evidente que el país está anhelante de buenas noticias desde La Habana. Y eso no puede soslayarse si en verdad se quieren generar las condiciones favorables para un plebiscito que hoy se observa enredado y sin norte.

 

Ciertamente, la política no se mueve necesariamente por las encuestas. De suyo, es bastante probable que Santos pueda anunciar en las próximas semanas noticias favorables en torno de la finalización del conflicto armado con las Farc. Y eso, desde luego, cambiará la percepción nacional sobre las cosas. Aun así, en la misma proporción, hay que atender la economía. Porque de salir favorable la sentencia de la Corte Constitucional en cuanto al plebiscito, no será solo la paz, sino la situación económica la que también incida en los resultados. Y eso es, por descontado, para tener en cuenta.