La gloria sin triunfo | El Nuevo Siglo
Fedeciclismo
Domingo, 29 de Septiembre de 2019
Alejandro Munévar

Esta semana el protagonista de las historias deportivas del país fue el santandereano Germán Gómez, joven que se robó las miradas y los aplausos tras una jornada de pesadilla durante el mundial de ciclismo, donde a falta de 74 kilómetros para la meta y siendo parte del grupo líder con todas las posibilidades para ganar pinchó y nadie lo auxilió.

A veces quisiéramos que todas las historias tuvieran un final feliz, es por eso que muchas veces a la hora de contarlas decidimos deliberadamente relatar hasta cierto punto el cuento.

Normalmente estas terminan con una victoria épica, el héroe salva a la doncella o la obtención de la medalla de oro y la gloria para su país. Pero no siempre las cosas terminan como quisiéramos, menos como nos las imaginamos, no siempre se gana, a veces nos volvemos héroes sin necesidad de salvar a la doncella, basta con mostrar nobleza, gallardía y entrega.

En Yorkshire, Reino Unido, Germán Darío Gómez, un ciclista que hace parte de la selección Colombia Sub-23 ha logrado adelantarse en medio de la neblina y colocarse en el grupo de la fuga, Gómez fiel a su raza combativa pelea con todo, dejándose la piel en cada pedalazo con la única intención de llevarse la victoria.

Gómez adelanta con su caballito de acero a los rivales, esquiva huecos, mientras en su mente repasa uno a uno los cientos de kilómetros que ha recorrido y los que le faltan por recorrer. Hasta ahí nuestra historia pareciera la de un héroe que va a conseguir una gloria y sería el momento preciso para detener el relato y dejar que todos le den el final que quieran, pero desgraciadamente la historia no termina ahí.

La carrera hasta el momento estaba saliendo bien, en el plan la fuga había dado sus frutos, como seguramente se tenía planeado, y parecía que nada podía arruinar aquel momento, sin embargo, el destino, caprichoso, tenía preparado algo más para Germán, quizá su fin no era convertirse en héroe de la competencia o por protagonizar una gran escapada, su destino era convertirse en el deportista que en medio del llanto y la frustración haría confundir en sentimientos encontrados al más valiente.

La realidad es que andamos por la vida convencidos de que nada puede salir mal, cuando la cruda verdad es que podemos tropezarnos y caer, equivocarnos y perder nuestro empleo o dar un paso en falso y desviarnos del camino o simplemente, como le pasó a nuestro héroe, coger un hueco y que la llanta trasera de la bicicleta se pinche justo cuando tiene toda la posibilidad de quedarse con una posición de privilegio, de la que hasta ese momento era la carrera más importante de su vida.

Efectivamente eso fue lo que pasó, Germán ni los miembros del equipo de la Federación Colombiana de Ciclismo que acompañaban  al penalista y eran los responsables de atender cualquier novedad técnica, se imaginaron que el santandereano, que los tenía a todos soñando, se pudiera pinchar. El destino y sus caprichos.

Germán se pinchó y para su mala suerte el carro taller se encontraba a 5 Km del lugar de donde él se encontraba. Claro, eso Germán no lo sabía, en su mente creía que el inconveniente se resolvería en cuestión de segundos, a lo sumo minutos, las imágenes que le dieron la vuelta al mundo muestran al ciclista bajarse de su bicicleta quitar con experticia la rueda afectada y voltearse esperando encontrar el carro taller que lo auxiliaría, lo que sucedió después, es probablemente la mayor decepción que ha tenido en su carrera, al voltear no había nadie, ni carro, ni compañeros que lo pudieran ayudar, desesperado empezó a pedir ayuda a los carros que pasaban pero ninguno paraba, según las normas de la UCI ningún carro que no fuera el asignado podía parar a apoyar a un ciclista en apuros, Germán, preso de la desesperación, empezó a llorar mientras se sentaba a la vera del camino, con la esperanza aún viva de que su equipo llegara a rescatarlo, las lagrimas caían por su rostro mientras la frustración y la tristeza se apoderaban de él.

De haberse quedado sentado al lado del camino, nadie, absolutamente nadie, hubiera podido decir nada, si hubiera decidido rendirse estaba en todo su derecho, a fin de cuentas su equipo, por la razón que fuera lo había dejado solo, al final, si bien rendirse nunca es una opción, en este caso no había de otra, sin embargo, y contra todo pronóstico, en medio de su llanto Germán como pudo se seco las lagrimas, se limpió el polvo y empezó a correr con la rueda al hombro y la bicicleta empujada, sí, iba a perder, finalmente el lote de la fuga ya estaba lo suficientemente lejos, pero al menos iba a caer peleando.

Las lagrimas seguían cayendo, pero era más fuerte el amor propio, las piernas podían doler, pero las ganas de seguir eran más poderosas, se acordó del himno de su tierra, que en su tercera estrofa dice “en todo somos grandes, oh noble raza austera que cuida su bandera, idioma, historia y cruz. Que nadie en un solo palmo arranque a nuestro suelo, en tanto que en el cielo el sol nos da su luz”.

Pero el destino caprichoso  hizo que metros adelante un carro de los uruguayos lo auxiliara y le diera la rueda que le hacía falta.

Germán, que por unos instantes estuvo en la carrera pensando quedarse con el título mundial, se había convertido en un héroe, en un ejemplo a seguir, sin darse cuenta que se había levantado como gregario y se acostaría como héroe. Un héroe sin triunfos, sin títulos, pero que por su entrega, por su gallardía, ahora es visto con respeto y admiración.

El ciclista colombiano pasó a la historia de los mundiales sin ganar una medalla, pero con el reconocimiento deportivo que merece una persona de sus cualidades profesionales.

La Federación y su equipo sin embargo quedaron expuestos, por la falta de organización, por la mala gestión que tuvieron, los mecánicos y los directivos podrán salir a excusarse de una y mil maneras, pero en la memoria de los colombianos y del mundo queda