LA célebre y mítica cantante María Callas, señalaba que la ópera no era aburrida si se ponía bien (buena orquesta, buenos solistas, buen coro y buena puesta en escena). No puedo estar más de acuerdo con esta afirmación.
Típicamente se oye, entre la gente de diversas edades, que la ópera es aburrida. En parte hay quienes pueden tener razón, si se piensa que no todos los géneros tienen porqué ser del agrado de todas las personas. En lo personal, no disfruto de la salsa (incluso me puede llegar a parecer aburrida) pero no por eso desconozco su valor musical, artístico e histórico. No obstante, existe también un porcentaje importante de personas que, sin conocer la ópera, de entrada, la tachan de tediosa e incluso pasada de moda.
Veamos entonces las razones por las cuáles no sólo no es aburrida, sino por las que considero se trata del género más universal, completo y transversal en la historia de la música. Y con esto invitar a quienes no la conocen, para que se animen a construir un criterio que les permita, con conocimiento de causa, saber si realmente les gusta o si por el contrario concluyen que es un absoluto tedio. Teniendo siempre presente que, por estar en el plano de la subjetividad, cualquier posición es válida, incluso la de aquellos que ni siquiera se han animado a oír ni un aria y sin sonrojarse afirman que la ópera es aburrida. En este espacio no se juzga a nadie.
Lo primero y más importante que quiero resaltar es que más allá de las cuestiones técnicas, musicales, vocales y artísticas, la ópera es emoción. Esto, por cuanto en el transcurso de las dos horas promedio de duración de una ópera (salvo excepciones notables como las compuestas por Richard Wagner) el espectador u oyente, va a tener la posibilidad de ver en el escenario sus propias emociones y sentimientos. Esto que parece ser un lugar común en toda la música, aquí cobra una mayor importancia, pues en la ópera se cuenta una historia, que por lo general está relacionada con el amor (a veces imposible), traición, felicidad, triunfo y dolor. Todas estas emociones y sentimientos no han cambiado desde que el género nació el 25 de febrero de 1607 en la Corte de Mantua, en el norte de Italia con el estreno de L’Orfeo de Claudio Monteverdi. Esto, por cuanto el ser humano y sus diferentes pasiones, emociones y reacciones ¡siguen intactas!
Esto me abre entonces el camino al segundo elemento que hace la ópera un universo maravilloso. Me refiero entonces a la vigencia y contemporaneidad de la ópera, sus libretos y personajes. Estos elementos hacen de la ópera un universo en el que un ciudadano del siglo XXI tiene la posibilidad de ver cómo personajes, unas veces reales, otras veces fantásticos, creados en la literatura y en el teatro durante más de cuatro centurias, podrían ser personas reales, de carne y hueso, como cualquiera de nosotros. Esto, sin lugar a duda permitirá ver y sobre entender, que las situaciones que hay sobre el escenario pueden replicarse a contextos del día a día, sustrayéndole como es apenas natural los entornos en los que fueron creados y aterrizándolos a nuestra realidad, pues en nuestro día a día, no vivimos en castillos, ni vamos a lujosos bailes, sino que vivimos en ciudades frenéticas y salimos de fiesta a sitios que por lo general carecen de lujo (no de ambiente).
Teniendo las pasiones, emociones y la posibilidad de traer al presente las historias de los libretos, el tercer elemento que hace de la ópera un género que transmite y conecta con cada una de las personas, es la música. Parece obvio, pero en realidad no lo es tanto. Sin música, no habría forma en la que esas situaciones que se inventaron los libretistas y los sentimientos que representan los diferentes personajes, nos lleguen, nos golpeen en la cabeza y nos hagan reflexionar sobre lo que somos y sentimos.
Para poder hacer más ilustrativos los tres elementos (emociones, actualidad y música) que hacen que una ópera en definitiva sea todos, menos aburrida, permítanme desarrollar la siguiente situación.
Supongamos que una persona decide ir a una ópera y en días pasados ha terminado una relación que consideraba estable y que le iba a dar la felicidad que buscaba. Lo ánimos, naturalmente están bajitos y la ópera seleccionada es La Bohème de Giacomo Puccini. En esta ópera hay dos enamorados, Rodolfo y Mimí. Durante el primer y el segundo acto se respira amor y la música lo deja clarísimo. En el tercer acto la situación comienza a complicarse un poco, porque Rodolfo decide “terminar” su relación con Mimí porque es muy coqueta, cuando en realidad tiene miedo que muera, pues ha estado muy enferma de tuberculosis y él nunca ha dejado de amarla. Finalmente, en el cuarto acto, la relación no acaba por voluntad de los enamorados, sino porque la enfermedad le termina ganando la batalla y Mimí muere. Nuevamente, la música transmite el fin trágico de una relación y el momento en el que el alma de Mimí sale y deja un vacío que no es posible describir con palabras.
Entonces, con esta historia de amor y dolor, ¿qué pasaría con el personaje del caso hipotético que se animó a ir a una ópera? Pareciera evidente que le afectaría mucho, en especial la muerte de la protagonista, no por nada distinto a que, en su vida real, acaba de terminar una relación que parecía estable y duradera. Y esas emociones, aunque parezca increíble (y en ocasiones mágico) son transmitidas por la música, la realidad del libreto y los personajes.
Entonces, tenemos un género que reúne pasiones y emociones. Cuenta historias que pueden ser traídas a estos tiempos y la música es el canal de comunicación para contar esa historia y para conectar al oyente con los sentimientos que están representados en cada uno de los personajes. Con todo eso me pregunto ¿puede la ópera ser aburrida? Sin duda que no. Pero en un mundo tan subjetivo como el de la música, todos cabemos. Incluso aquellos que con o sin argumentos, estiman que la ópera es aburrida.