Una retrospectiva inmersiva hacia las facetas de la obra de uno de los cineastas más importantes de Colombia es la experiencia que se podrá vivir con “Luis Ospina: collage postmoderno permanente, 1970-2019”, una exposición que cuenta con la curaduría de Guillermo Vanegas.
Hasta el 24 de este mes el Museo de Artes Visuales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano convierte sus muros en grandes pantallas que permitirán a los visitantes entrar al universo cinematográfico del caleño, quien se ha caracterizado por imprimir el humor negro, la risa y el alto contenido crítico en el ADN de su creatividad.
Facetas por descubrir
La muestra, una iniciativa de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño y la Universidad Jorge Tadeo Lozano, fue ganadora de la Beca Producción Curatorial FUGA (2019) y desarrollada a la luz de los estudios visuales presentados en formato de libro y exposición digital entre 2019 y 2020.
La exposición está conformada por 16 videos que giran en torno a las obras iniciales de Ospina alrededor del cine noir, el videocollage y las apropiaciones pop, así como trabajos posteriores en los que incorpora el video como técnica privilegiada de trabajo.
“Lo que va a ver la gente es básicamente una película expandida, es decir, a lo largo de 16 clips presento diferentes facetas de la producción de la obra de Luis Ospina como artista contemporáneo, videoartista o incluso como antropólogo y analista visual de la cultura de su tiempo. En ese sentido, las personas deberían prepararse, si quieren, para estar hora y media viendo clip por clip diferentes facetas de la producción del autor”, le explicó Vanegas a EL NUEVO SIGLO.
Por medio de diferentes elementos, la muestra hace un acercamiento al diálogo del director con los dispositivos de captura de imagen en movimiento, los efectos narrativos de su portabilidad, la facilidad de edición de su formato y la posibilidad de convertir estas variables en virtudes compositivas.
Además señala el curador que “la experiencia se vivirá en una sala oscura, en una videoinstalación inmersiva, es decir, un espacio que solamente está iluminado por las pantallas de proyección donde se les cuenta a los visitantes la intención que podría tener Ospina en cada clip presentado”.
La muestra se empezó a gestar en la mente de Guillermo Venegas con el encuentro con la exposición “De la vía armada a la vía láctea” de los investigadores Gabriela Pinilla, María Sol Varón y Camilo Ordóñez, quienes abordaron la obra gráfica de John Broderick, un personaje conocido por su activismo y militancia en la izquierda de Colombia. Lo cual hacía atractivo y más accesible revisar la obra de una persona conocida por su perfil intelectual.
Este punto de vista llamó la atención de Vanegas, quien también para completar la determinación de realizar la exposición se encontró de frente con “Todo comenzó por el sí”.
“Es la última gran película en términos de extensión y de profundidad que hizo Luis Ospina, en la que hizo una recopilación de la vida de Andrés Caicedo. Me gustó la manera en que Luis Ospina trabajó con el archivo, la memoria y la muerte. Con su propia obra él no solamente piensa como director de cine, sino como artista contemporáneo, artista plástico”, recuerda.
Estos encuentros llevaron a que Guillermo revisara la obra del caleño para encontrar los enlaces entre su producción y el arte contemporáneo. “Me di cuenta que desde que él estaba estudiando cine en USA, él ya estaba relacionándose con el arte contemporáneo de una manera bastante consciente y deliberada, respecto a los procedimientos del arte contemporáneo que él iba a utilizar. De 1970 hasta 2019 lo que hago es indagar respecto a ese tipo de prácticas en su trabajo”.
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Un historiador
La exposición se complementa con el libro “Luis Ospina: El corolario es casi inevitable, 1970-2019”, una investigación de Venegas que contó con el apoyo de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño y a partir de la cual se derivó la curaduría de la muestra.
Esta es una apuesta de Guillermo por mantener vivo a Ospina en la memoria de los colombianos, no solamente su obra, sino lo que se puede leer en ella. “Luis Ospina opera como un historiador que construye un relato sobre la historia contemporánea de la nación colombiana y que habla de temas que otras personas, por lo menos desde el sector creativo, no se atreven a hablar. En ese sentido, me parece que la obra de Ospina ofrece una opción política que difícilmente se va a encontrar en otros productores culturales del país”.
Así mismo, señala el curador que Ospina “hace parte de un movimiento de producción de cine en Colombia donde se toma consciencia de la dificultad que implica hacer cine en el país y en muchos casos la desgracia a la que puede conducir”.
Muestra de ello fueron los intentos de Ospina por apostarle a la ficción, de los cuales “salió arruinado, empeñado y endeudado. Por eso, aparte de la dificultad que tiene la obra de Luis, presenta una serie de reflexiones”.
Ciudad, memoria y muerte en su lente
La llegada al país del cine hollywoodense a mediados del siglo XX deslumbró a un Luis Ospina adolescente, quien ayudado por las home movies que filmaba su padre y la asistencia dominical, casi religiosa, a una función de cine, creó una frenética pasión por el séptimo arte.
Este temprano acercamiento al cine fue el motor para que con tan solo 14 años, en 1964, filmara el que sería su primer cortometraje que, sin embargo, nunca vio la luz pública: "Vía cerrada". Años más tarde se graduó de bachiller y se fue a California para estudiar a profundidad este mundo que lo apasionaba.
Los movimientos estudiantiles de su época le brindaron las ideas que sirvieron de inspiración para crear el Grupo de Cali, también conocido como ‘Caliwood’, un colectivo al que se le unieron Carlos Mayolo, Andrés Caicedo, Ramiro Arbeláez y otros fervientes cinéfilos que, en los años 70 y 80, lograron producir obras cinematográficas cuyo propósito central era develar la imagen escondida y olvidada de la capital del Valle del Cauca. De esta manera hicieron de ese arte su refugio en un mundo hostil.
Fue así como la ciudad, la memoria y la muerte se convirtieron en los tres temas que obsesionaron a Ospina durante toda su carrera, y que fueron el punto de partida para realizar su primer documental de largometraje “Andrés Caicedo: unos pocos buenos amigos”, en 1986. Y aunque el cineasta realizó exitosas obras de ficción como “Pura sangre” (1982), producto de las leyendas populares dentro de Cali, y "Soplo de vida" (1999), siempre encontró en los documentales un estado de gracia que no le daba otro género del cine.