El realizador sirio Mohamad Malas presentó en el Festival de Toronto su último filme, rodado en difíciles condiciones en plena guerra civil.
Una vez escrito el guión de "Una escalera para Damasco" (Soullam ila Dimashq), el equipo de la película recibió del gobierno sirio todos los permisos de rodaje, antes de la escalada de violencia en el país en 2011, explicó a la AFP, Mohamad Malas.
La guerra civil tuvo una gran influencia en el guión y el realizador quiso adaptar la historia a la situación de insurrección que se vivía en el momento del rodaje.
La película, que comienza al principio como una banal historia de amor entre una joven chica que acaba de instalarse en Damasco y un joven aspirante a convertirse en director, giró hacia lo que el organizador del festival describió como "una ventana fascinante a la psique de los sirios ordinarios que se ven de repente tomados por un levantamiento histórico".
En la película una decena de jóvenes sirios, trabajadores o estudiantes, viven juntos en una misma pensión de una casa centenaria en el corazón de la capital, cuando la violencia se desata por las calles.
El guión está repleto de personajes de religiones diversas con historias personales diferentes, pero para cada uno el resultado final está dictado por los combates. La película tiende de forma alegórica a mostrar el papel del cine en un período de problemas políticos, explicó Malas.
"Era imposible ignorar lo que sucedía alrededor de nosotros", declaró el director ayudado de un intérprete, y "no quería esperar al final de la revolución para hablar de ella".
Constante peligro
La película es su "propia forma de manifestarse" a favor de la democracia y la libertad de expresión, puesto que con 68 años el director se juzga demasiado mayor como para desfilar por la calle y agitar las banderas. Para lograr un poco más de realismo, empujó a sus actores a improvisar y utilizar sus propias palabras para describir lo que ocurre en Siria.
"Les pedía contar su propia historia", y, en este sentido, "es difícil hablar del filme como una ficción".
No quiere por tanto hablar de "docuficción" y la cinta no muestra una visión romántica de los sucesos dramáticos ocurridos en Siria. Sin embargo, arroja luz sobre las consecuencias de la guerra en la vida cotidiana.
Las condiciones de rodaje fueron "muy difíciles y complicadas" para su equipo, que estuvo en constante peligro. El director no estaba nunca seguro de que su equipo y los actores estuvieran allí en el momento de filmar y cada tarde se preocupaba por saber si todos habían podido volver a sus casas sanos y salvos.
La película, presentada antes de su estreno hace varios días en Toronto, es la única producción siria en esta edición del festival. "No pienso que tenga la oportunidad de proyectar el filme en Siria antes del final del conflicto", explica apenado Malas, que lamenta la situación ruinosa del cine sirio desde hace varios años, en el que solo se mantienen una veintena de salas abiertas frente a las 130 que existían en el pasado.
El conflicto sirio se ha vuelto un "conflicto internacional" entre el mundo y los intereses regionales, estimó Malas, que se opone a la intervención internacional en el conflicto y a eventuales ataques estadounidenses contra el régimen del presidente sirio Bashar al Asad.
Al finalizar el festival, Malas espera volver a su país "para estar con sus personas próximas y su familia en este período trágico".