Por Jerónimo Rivera Betancur
Especial para El Nuevo Siglo
“PÁSATE A la pública” fue la frase que sonó 12 veces el pasado sábado en la entrega 31 de los Premios India Catalina de la TV colombiana. Sonó como un grito de guerra de los ganadores y plantea la necesidad de que el público colombiano vuelva a creer en la televisión nacional de calidad que, en el momento actual, se está haciendo principalmente en la TV pública y, fundamentalmente, en Señal Colombia.
Para que este sábado nuestro principal canal cultural de interés público se alzara con la mayoría de galardones (11, frente a 8 de Caracol, 7 de RCN, 1 de City TV y 1 de Canal Uno), han pasado muchos años de abandono y desidia del Estado y de apatía o desconocimiento del público.
La cantidad de premios obtenidos por este canal público es una situación inédita, demuestra el buen nivel que han obtenido las producciones de Señal Colombia (encargadas a realizadores y pequeñas productoras de todo el país) y pone el dedo en la llaga sobre el tipo de televisión que están realizando los canales privados.
Es importante resaltar que estos premios son otorgados por decisión de más de 500 miembros votantes representantes de la industria de la televisión colombiana (canales públicos, privados, locales, regionales, universidades, entre otros), lo que significa que no se trata de un concurso de popularidad si no de una decisión de la industria televisiva.
Antes de la llegada de los mal llamados canales privados (deberían ser canales de interés público y capital privado); la televisión colombiana contaba con dos canales públicos (UNO y A) que transmitían televisión en un sistema de franjas de contenido y licitaciones cada cuatro años.
Cuando RCN y Caracol hicieron su aparición como canales sucedieron dos cosas: el Estado abandonó a su suerte a la televisión pública, que debió competir por las migajas de la pauta publicitaria y dio gran libertad a los nuevos canales, que impusieron un nuevo estilo de programación flexible en donde el raiting es el rey y la regulación (o autoregulación) es mínima. Hoy estos canales atraviesan una gran crisis de contenidos y una relación difícil con su público que hace urgente una revaluación de sus sistemas de funcionamiento, antes de que sea demasiado tarde.
Panorama
La suerte de Canal UNO y Canal A es bien conocida: el primero se convirtió inicialmente en el reino de las televentas y las iglesias, y el segundo desapareció. La administración del Canal UNO quedó en manos de cuatro productoras que no lo han dejado morir en estos 17 años (y lo han hecho líder en formatos periodísticos) y desde el año pasado viene innovando en calidad y contenidos para tratar de recuperar el espacio gigante que perdió.
El único bastión nacional de televisión pública que ha tenido continuidad es justamente Señal Colombia, que se mantiene como un espacio para múltiples voces en donde los realizadores de todo el país han podido acceder a los dineros públicos para poder realizar televisión de calidad, obteniendo reconocimientos nacionales e internacionales, pero que aún no cuenta con el beneplácito del público.
Señal Colombia hace parte del sistema nacional de medios públicos (RTVC) que adicionalmente administra Señal Institucional y las emisoras Señal Radio Colombia, Señal Radiónica y Señal Memoria. Adicionalmente, se ha involucrado en coproducción con algunos productos del Canal UNO que ya empiezan a ser reconocidos también por su calidad. Sería bueno que, a propósito de la actual coyuntura, se abriera el debate sobre la responsabilidad del Estado no solo en la producción sino también en la promoción de estos contenidos de buena calidad.
Los canales locales y regionales, por su parte, han dejado poco a poco de producir formatos “baratos” para ser más asertivos en el uso de los limitados recursos y producir contenidos atractivos y novedosos, buscando encontrar una identidad como canales y como representantes de una comunidad particular. Es interesante ver que en regiones como Antioquia, los canales públicos registran índices de audiencia superiores a los de los privados en algunas franjas.
Como miembro del Comité de los Premios India Catalina me siento orgulloso de este renacer de la televisión de calidad. No soy abanderado de la televisión pública ni enemigo de la privada, solo quiero que Colombia enmiende el error histórico de haber opacado los canales que por vocación deberían reflejar la memoria y radiografía de nuestro país y que los privados entiendan que calidad no es sinónimo de inversión ni éxito es sinónimo de “dar al público lo que quiere”, sino de comprometerse con hacer una mejor televisión cada día.