Por Emilio Sanmiguel
Especial para El Nuevo Siglo
Hace 25 años los conciertos de la Orquesta Filarmónica se registraban con lleno total. Hoy, desafortunadamente la cosa es a otro precio. Los asistentes la tarde del pasado sábado no llegaban siquiera a cubrir el 40% del aforo. Décadas de erráticas administraciones acabaron con uno de los bienes más preciados que tenía la orquesta: su público.
Pero hay nuevos vientos en la dirección administrativa de la Filarmónica de Bogotá, a David García le espera la complicada tarea de restaurar lo destruido; acaba de dar un paso trascendental con la creación de la Filarmónica joven de Bogotá, que trabaja bajo la dirección de Carlos Villa el repertorio para orquesta de cámara: ¡esa es una gran noticia!
Decía que no hay ya las multitudes del pasado para las presentaciones de la Filarmónica, pero sí un público lo suficientemente entendido como para apreciar y aplaudir con calidez a Helvia Mendoza en su interpretación de Noches en los jardines de España de Manuel de Falla.
No me extraña que Mendoza haya agregado otro triunfo a su cadena de actuaciones ejemplares a lo largo de décadas. Aunque sí es del caso decir que la tarde del sábado, luego de haberse probado exitosamente en algunos de los conciertos más exigentes de la historia del piano (Brahms, Beethoven, Barber, Grieg) ha traspasado un nuevo umbral con una obra que demanda delicadeza, mucha inteligencia y un alto grado de refinamiento. Porque Noches en los jardines de España es una obra casi imposible de clasificar, parafraseando a algunos musicólogos es una partitura donde el piano no reina pero sí gobierna, y todas sus intervenciones son justamente esos destellos de luz que iluminan y dan coherencia a la gloriosa orquestación de De Falla, justamente lo que hizo Helvia la tarde del sábado.
La orquesta trabajó la tarde del sábado bajo la batuta del director invitado Francesco Belli, con una actuación decorosa aunque no extremadamente delicada en Falla.
Dirigió primero una versión no demasiado feliz de la «Obertura cubana» de Gershwin. Tras el intermedio el Porro nuevo de Francisco Zumaqué, que de los compositores colombianos vivos es uno de los más programados por las orquestas locales, Belli hizo un trabajo serio, pero no logró lo que, al menos en el pasado era la tónica en las presentaciones de la Filarmónica: la recepción desbordada por parte del público, aunque la presencia del compositor en el auditorio algo elevó la temperatura del aplauso.
El desempeño más feliz, de la orquesta y su eventual director, corrió por cuenta de la obra final del programa: una muy buena versión de la Sinfonía Clásica de Sergei Prokofiev, por la limpieza de la lectura, el colorido y la vitalidad rítmica.
CAUDA
Debo señalar que esa pasión y esa mística que emanaba del escenario en los viejos tiempos no estaba presente la tarde del pasado sábado… Aunque, un auditorio sin el lleno hasta la bandera no debe ser propiamente lo más alentador para que ocurra ese milagro.