En el Museo Dolores Olmedo en Ciudad de México, las colecciones más importantes de los icónicos pintores mexicanos Frida Kahlo y Diego Rivera comparten protagonismo con una jauría de perros sin pelo y de piel oscura.
Son 13 perros xoloitzcuintles, un canino ancestral endémico de México y Centroamérica cuyo origen data de unos 7.000 años y que conserva un lugar predominante en el arraigo cultural desde épocas prehispánicas hasta la actualidad, como mascotas de jóvenes hipsters en los barrios capitalinos de Roma o Condesa.
"El xoloitzcuintle no solo ha servido de inspiración y modelo para artistas mexicanos del siglo XX y XXI, también se ha sumado al catálogo de iconos que representan la mexicanidad como La Catrina, Frida Kahlo y el Calendario Azteca", dijo a AFP María Olvido Moreno, experta del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El nombre de este peculiar can, que según especialistas habría sido domesticado hace más de 5.500 años, proviene de las palabras en lengua náhuatl "xólotl" e "itzcuintli", que significan "extraño" y "perro", respectivamente.
En la mitología azteca, Xólotl era el dios de la transformación, de lo desconocido y de la muerte. De ahí que se les relacione con los antiguos mexicanos como acompañantes en su camino al Mictlán, o "inframundo".
Las evidencias más antiguas de la existencia de xoloitzcuintles son ofrendas de los perros en contextos funerarios.
Según investigadores, la información almacenada en el ADN de los "xolos" -que transmite los genes de los dientes y el pelo, entre otros- no es leída correctamente por las células, por lo que el resultado es un can sin pelo y al que le falta parte de su dentadura, lo que explica por qué están frecuentemente con la lengua saliendo de la boca.
Son conocidos por el calor que emite su cuerpo, y ya desde la antigüedad se usaban para tratar malestares reumáticos y asma.
Sobreviviente canino
El xoloitzcuintle estuvo al borde de la extinción durante la colonización europea (1492-1810) debido, en parte, a que los conquistadores hallaron en él una fuente de alimento para sus expediciones, y también porque se buscaba eliminar las tradiciones religiosas relacionadas a este animal.
Esta raza fue obligada a guarecerse en la sierra de los estados sureños de Oaxaca y Guerrero, donde sobrevivió durante cientos de años valiéndose de sus instintos.
El siglo XX vería el resurgimiento del xolo, de la mano del nacionalismo cultural que surgió después de la Revolución Mexicana de 1910, del muralismo y de los artistas de la Escuela de Pintura Mexicana que los adoptaron en sus lienzos y en sus casas.
Fotografías muestran a Diego Rivera (1886-1957) y Frida Kahlo (1907-1954) con sus adorados xoloitzcuintles, que hasta incluyeron en sus obras.
Rivera le regaló un par a su amiga Dolores Olmedo -reconocida empresaria y coleccionista de arte mexicana- en la década de 1950, y los descendientes de esa pareja viven en la vieja hacienda al sur de la capital que fuera su propiedad y que hoy alberga la mayor colección de obras de Kahlo y Rivera.
Las tres hembras y 10 machos tienen nombres mexicanos como "Tequila", "Mezcal" y "Citlalli". En los majestuosos jardines donde habitan, hay una estatua de un xolo, y el museo cuenta con un entrenador que se dedica a cuidarlos.
"Para nosotros, estos perros, al igual que las pinturas de Rivera y Kahlo, son una obra viva", dijo Josefina García, directora de Colecciones y Servicios Educativos del museo.
"Coco" y roqueros
Los xolos están viviendo un nuevo renacimiento en el siglo XXI.
Han aparecido en publicaciones como las páginas de moda de The New York Times, fueron declarados Patrimonio e Icono de Ciudad de México en 2016, y son la raza preferida de capitalinos como Rubén Albarrán, cantante de la famosa banda Café Tacvba.
"Tienen esta parte de la cultura mexicana que me encanta, así que por todo el significado prehispánico ya de por sí me gustan mucho", dijo Albarrán a AFP.
Un xolo tuvo un papel principal en la película "Coco" (2017), en la que Disney rinde homenaje a la cultura mexicana, y que ganó el Óscar a mejor filme de animación.