EN EL barrio Palermo, en el centro de Bogotá, está ubicada la casa de Rodrigo Rodríguez; un lugar que mantiene la arquitectura victoriana del siglo XIX y que, recientemente, se convirtió en el escenario de decenas de personajes creados por el dramaturgo bogotano, su esposa Margarita Rosa Gallardo, así como sus hijos David y Jerónimo, quienes este año se aventuraron a continuar con los proyectos de Ditirambo Teatro a través de las redes sociales. Una apuesta para mantener encendido el fuego de las artes escénicas a través de la exploración audiovisual, en momentos en que se ha perdido la posibilidad de un encuentro presencial.
Según el equipo del Instituto Distrital de las Artes (Idartes) cada rincón de la casa de los Rodríguez es ahora un set lleno de creatividad y mil historias para contar. En la ventana de la cocina está Gilma Tocarruncho, una mujer vestida de rosa, con trenzas y sombrero, que cuenta con un especial carisma las travesías que se viven en el hogar de Don Rodrigo y Doña Margarita, a quienes les trabaja desde que la pandemia la dejó varada en Bogotá. Muy cerca, en la alcoba principal, aparece “El ángel de la culpa”, un detective hablador y un adolescente enmudecido que se encuentran ante la escena de un crimen, llenando cada espacio de una tensión incomparable.
Más abajo, en el patio, está “El Yuri”, un travesti que, con una mezcla de tristeza y alegría, recuerda los buenos y malos momentos de su historia de amor, la familia y la vida, mientras camina entre el lavadero y los tendederos de ropa, pidiendo auxilio a Doña Rubiela. A pocos pasos de salir de casa, en el garaje, se puede ver a alias ‘El Malpa’, un delincuente que, con un palo en mano, intenta robar en las casas del vecindario, pero tan solo se observan sus intentos fallidos para abrir el carro de Don Rodrigo y Doña Margarita.
Estos son algunos de los personajes que renacieron el pasado mes de marzo en Bogotá, cuando la familia Rodríguez buscó alternativas para mantener prendida la hoguera del teatro a pesar de las dificultades. Es un valioso ejercicio de creación con Margarita como actriz, David como realizador de cine y televisión, Jerónimo, un chico de 17 años apasionado por la música y tecnología, además de Rodrigo, el reconocido dramaturgo y director de teatro; los cuatros conforman un equipo creativo sustentado, según explican, tanto en el amor como en el deseo de inventar, así como de divertirse.
Y así han pasado las últimas 10 semanas, entre crear, construir y proponer trabajos escénicos para conservar el público que durante tres décadas ganaron en los dos escenarios de Ditirambo Teatro, una sala concertada del Idartes durante muchos años, que hoy se reinventa bajo el proyecto de Representación escénica en vivo, en línea y en época de coronavirus - Reviliepoco, gracias a la creatividad de esta talentosa familia, así como los aportes voluntarios que reciben a través de diferentes plataformas tecnológicas.
Es un proceso enriquecedor que pone en evidencia, de acuerdo con Rodrigo, que el arte dramático enseña a las personas a adaptarse y trabajar con las herramientas disponibles; teoría que pone en práctica en su casa y transmite a los estudiantes de la universidad, donde también asumió el reto de las clases virtuales, una experiencia maravillosa que le ha permitido replantear los cursos de teatro y artes escénicas porque, como menciona, es tiempo de volver a nacer y salir de la caverna para repintar el mundo con la magia audiovisual.
Pero son más los protagonistas que han llegado a las redes de @TeatroDitirambo. La primera, realmente fue la profesora Rosalba Scholasticus, quien necesita lentes para ver a sus estudiantes y armas para disciplinarlos. En este recorrido creativo también aparece Armando Logodo Cincohuecos y Trespalacios, un hombre vestido de traje que con mucha seriedad y escepticismo presenta, desde la biblioteca, las noticias del país, acompañado de varios personajes, entre esos, Chejov Ricardo que, desde la habitación de David, expresa su postura crítica como representante de la cultura hippie, lo cual deja ver en su traje colorido y particular forma de hablar.
Todos (juntos o por separado) se enfrentan día a día a las cámaras para presentar al público una nueva historia. Al inicio, la grabación comenzó con un plano fijo, pero luego, en busca de hacer más atractiva la imagen, para darle más color y sabor a los personajes, pasaron a un plano secuencial que, como explica David (el realizador audiovisual del equipo), se realiza sin cortes, en la extensión completa de tiempo y usando solo los ángulos de seguimiento a las acciones; esta es, en sus palabras, la única oportunidad de cada función y el único respiro del actor que inicia y termina con cada presentación.
Este ejercicio de creación está acompañado por los temas musicales que producen los hermanos Rodríguez, David y Jerónimo, el primero desde el género rock y el segundo con sus aportes de rap, unas composiciones que ha realizado de manera autodidacta y que intercala con su gusto por la tecnología; mientras que Margarita y Rodrigo, se dedican a la construcción de personajes y a la actuación, recordando aquellos tiempos en las salas de teatro y en las cabinas de Melodía, donde dirigían un magazín radial y un programa de entretenimiento que les dejó experiencias gratificantes.
Y así, la familia Rodríguez sigue en casa, trabajando las 24 horas, con los teléfonos móviles, así como las plataformas tecnológicas que les permite mantenerse en contacto con el mundo artístico, llenando las pantallas con una dosis de adrenalina, satisfaciendo la necesidad de estar cerca de la escena y entendiendo que, aunque nada reemplaza el encuentro en vivo con el público que permite el teatro, esta es una manera de escribir, actuar, sentir y compartir en familia o con los amigos a través de las redes, mientras que el arte dramático termina la hibernación para volver renovado a las salas de la ciudad. Es así como el Idartes apoya al teatro y en general, la cultura colombiana, tanto abriendo como promoviendo estas iniciativas y espacios ante la pandemia del Covid-19.