Crisis en Brasil: ¿ a qué le teme el presidente Temer? | El Nuevo Siglo
Foto Xinhua
Sábado, 27 de Mayo de 2017
Pablo Uribe Ruan
El país enfrenta la peor recesión de su historia y tiene una clase política desprestigiada y envuelta en escándalos de corrupción, como Lava Jato. Al igual que muchos funcionarios, el mandatario puede perder su cargo, por un juicio político o un proceso ordinario. Ya se empieza hablar de sus reemplazos. ¿Aguantará hasta las presidenciales de 2018?

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Queda poco del país que llegó a ser un ejemplo mundial en la lucha contra la pobreza y la economía verde. Ante los escándalos que sacuden a su clase política y empresarial, Brasil  hoy es un remanso de corrupción, incertidumbre y desazón.

Nuevamente esta semana los brasileños protestaron contra el presidente Michel Temer, el más impopular del mundo, quien ahora es investigado por la Fiscalía por obstrucción de  justicia al tratar de comprar el silencio del expresidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, hoy preso por el caso  Lava Jato.  

Tras conocerse las grabaciones que publicó el periódico Jornal Local (de O Globo),  en las que se escucha conversando con el empresario de la mayor exportadora de carnes, Joesley Batista, Temer fue acusado.  En la conversación,  ambos hablan  sobre un pago a Cunha, encarcelado unos días antes, para que se quede callado.

Estas grabaciones se han convertido en un motivo más para que los ciudadanos pidan la renuncia del desprestigiado Temer. Muchos creen que, como la destituida Dilma Rousseff, también ha tenido que ver con los escándalos de corrupción del país. Más optimistas, otros consideran que las reformas que ha venido adelantando, generadores de parte de su impopularidad, son necesarias, pero pierden toda validez al conocer su presunta vinculación en un nuevo caso de corrupción.

“Ha trabajado en reformas, muchas de ellas necesarias. De todas formas, con las recientes noticias de su implicación en corrupción, una enorme caída de la bolsa, el aumento del dólar, creo que no tiene más condiciones para gobernar”, dice Luiza Queiroz, una abogada de 30 años que trabaja en Bello Horizonte, a este diario.

Como Luiza, la mayoría de los brasileños cree que Temer debe renunciar. No sólo él, sino toda la clase dirigente, salpicada por el peor escándalo de corrupción de la historia del país, que ya ha mandado a la cárcel a más “de 200 personas” implicadas en la operación Lava Jato.

La desaprobación de la clase política con una economía estancada genera masivas movilizaciones en las calles. La semana pasada, Temer tuvo que militarizar Brasilia, por las manifestaciones que al final de la jornada terminaron con fuertes choques con la fuerza pública.

En diálogo con EL NUEVO SIGLO Caio Pizetta Torres, analista de S-RM, una empresa de inteligencia y riesgos ubicada en Rio de Janeiro,  cuenta que la crisis política se ha exacerbado por la recesión económica. “La crisis de confianza en el sector político, que antes era disimulada por el optimismo económico, se agravó más con el problema económico”, explica.

Crisis onda

La crisis que vive Brasil tiene diferentes orígenes. Estancada desde 2011, la economía es una de las razones principales, aunada a un sistema político configurado bajo bases que permiten prácticas corruptas.

Hasta 2011, el país seguía creciendo a pasos de gigante por el boom de los commodities, que había comenzado seis años antes en el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva. Al tener tasas favorables de crecimiento, el Gobierno incrementó el gasto público, descuidando las políticas fiscales y la devaluación del cambio.

Al final de ese año, Brasil empezó a sentir los efectos de la recesión. Tanto el Gobierno como los ciudadanos comenzaron a recortar gastos, que para ese entonces ya resultaban tardíos ante una economía estancada. Para ese entonces Dilma Rousseff, que llevaba un año en el poder, experimentó las primeras señales de rechazo de algunos sectores que apoyaban su gobierno.

Luego de tres años, en 2014, la crispación política y económica, que se elevó con la apertura de la investigación Lava Jato, llegó a su punto más alto. Pasado el Mundial Brasil 2014, Rousseff fue vinculada a una investigación por maquillar cuentas públicas, que nueve meses después llevaron a su destitución por el Congreso, declarándola culpable en un juicio político (impeachment).

El impeachment fue el reflejo de una crisis económica que cobró la cabeza de la Presidenta que en su afán por autoriza recursos sin la aprobación del Parlamento cometió una irregularidad que sus seguidores señalan de inexistente e injusta.  “A esta dimensión económica, se suma la quiebra de un modelo político apoyado en una relación demasiado estrecha entre el sector político y el sector privado”, dice el analista Pizetta.

En su reemplazo fue nombrado Michel Temer en 2016, un hombre que llevaba décadas en la política, cuya colectividad, el Partido Social Demócrata de Brasil (PMDB), le quitó el apoyo a Rousseff en los últimos del juicio político.

Reformitis

Al llegar al poder, lo primero que hizo Temer fue imponer un modelo de austeridad para reducir el gasto público. Esta medida despertó la furia de las clases populares que en una primera muestra de poder paralizaron Sao Paulo y Rio de Janeiro, alegando el recorte de políticas públicas que había llevado el Partido de los Trabajadores (PT) durante los gobierno de Lula y Rousseff.

Para otros, este tipo de decisiones eran inevitables, por la recesión económica que enfrenta Brasil. Poco a poco, el Presidente ha ido  aprobando reformas de corte liberal en el Congreso, donde su partido es uno de los mayoritarios junto al PT, hasta que se conocieron las grabaciones que revelaron su presunta compra del silencio de Eduardo Cunha.

"Existen tres escenarios posibles ante una eventual salida de Temer. Dos de ellos son procesos en el Congreso y los tribunales, y el otro que presente la renuncia"

Pese al tenso clima en las calles, Temer logró el viernes pasado aprobar un paquete de seis medidas en su intento por reformar las condiciones laborales, y otras cosas más, lo que le da un leve respiro frente aquellos que consideran necesarias las medidas que ha venido adoptando. Frente a los que no, eleva el nivel de crítica y rechazo.

Mientras, en las calles la gente se pregunta si el Presidente será destituido por el Congreso como Rousseff, enfrentará un proceso ante la justicia ordinaria o se mantendrá en Planalto (sede presidencial) hasta 2018.

“Creo que es imposible hacer una previsión, sobre todo porque  la política en el país ha sido extremadamente imprevisible en los últimos años. Sin embargo, lo que se puede decir es que el mantenimiento del gobierno Temer está actualmente intensamente ligado a la capacidad de su gobierno”, explica Caio Pizetta.

¿Qué teme Michel?

Foto AFP

Existen tres escenarios posibles ante una eventual salida de Temer. Dos de ellos son procesos en el Congreso y los tribunales, que recuerdan los nueve meses del impeachment de Rousseff, y el otro es una decisión unilateral del mismo presidente: que presente la renuncia. 

Como su antecesora, se cree que Temer puede ser objeto de un impeachment en el Congreso. Largo y dispendioso, este proceso requiere múltiples plenarias para discutir los motivos por los cuales el Presidente es culpable, además, del descubrimiento de pruebas. “En ese caso, las reformas posiblemente quedarían congeladas y las incertidumbres agravarían la situación económica, que daba señales de mejora”, dice Pizetta.

Escenario distinto es que el Presidente sea juzgado por el Tribunal Superior Electoral por irregularidades en su elección como fórmula vicepresidencial de Rousseff en 2014. El órgano electoral comienza este juicio el próximo 6 de junio, que puede durar algunos meses, pero no tantos como en el caso del juicio político. Para algunos analistas, esta es la mejor salida a la crisis porque golpea levemente la institucionalidad.

Pero Temer también puede renunciar. De hecho, el jueves 18 de mayo algunos medios locales llegaron daban por hecho que el Presidente dimitiría el mismo día en que explotó el escándalos de las grabaciones. No fue así y ha dicho que “fue ingenuo” al permitir que el empresario Batista lo grabara, pero está confiado en demostrar su inocencia.

Reemplazo

A diferencia de Rousseff, y cualquier otro mandatario, Temer no tiene vicepresidente, por las circunstancias como llegó al poder. Pese a que le queda un año  y un juicio político en su contra tomaría varios meses, en Brasil ya empiezan a sonar algunos nombres para reemplazarlo.

De acuerdo al periódico Estadao de Sao Paulo, tres candidatos tienen las mayores posibilidades. Uno de ellos es Tasso Jereissatti, actual congresista del PSDB, que fue gobernador de Ceará, estado de la ciudad de Fortaleza, y no ha sido vinculado por Lavajato, algo raro porque casi la mitad del Congreso es objeto de investigaciones por este escándalo.

Otro de los favoritos es Nelson Jobim, del mismo partido, que se destaca por tener una buena relación con la izquierda, pese al rompimiento tras la salida de Dilma de su facción con el PT. Fue ministro de 1997 a 2006. También suena el nombre del presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, cercano al presidente, y promotor de varias de las reformas liberales que propone.

Si Temer no es destituido, es muy probable que estos candidatos sean parte de las elecciones presidenciales de 2018. Además de ellos, el alcalde de Sao Paulo, Joao Doria Junior, empieza a tomar mucha fuerza, por no venir de los partidos tradicionales, pese a que para llegar al cargo se alió al PSDB.

Doria, “tiene ventaja, viene realizando una metamorfosis para la condición de político, manteniendo una naturaleza híbrida”, explica a EL NUEVO SIGLO Caio Pizetta. Ante el desprestigio de la clase política, su perfil de independiente le puede dar una ventaja sobre los otros candidatos.

Pero el que puntea en todas las encuestas de opinión es Lula da Silva. Ad portas de ser investigado por Lava Jato, el expresidente sigue siendo querido por parte importante de Brasil. ¿No representa lo mismo que los otros? Para algunos no, para otros sí, como Luiza Queiroz que dice: “tengo mucho miedo del regreso de Lula”.

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