El expresidente egipcio Hosni Mubarak fue condenado a tres años de prisión, y sus dos hijos a cuatro años, por malversación de fondos públicos, tres años y medio después de la revolución que lo derrocó.
El exRais, de 85 años, era juzgado en primera instancia por un tribunal de El Cairo por corrupción, acusado de haber desviado, con sus hijos Gamal y Alaa, 125 millones de libras egipcias (13,5 millones de euros) del presupuesto de los palacios presidenciales.
También está siendo juzgado, en otro caso separado, por la muerte de manifestantes durante la revuelta que puso fin a sus 30 años de poder absoluto a principios de 2011.
En este otro juicio por "complicidad de homicidio", corre el riesgo de ser condenado a cadena perpetua, la pena que se le impuso en primera instancia en junio de 2012 antes de que un tribunal superior ordenara que volviera a celebrarse el juicio.
Los juicios de Mubarak, muy mediáticos al principio, están hoy eclipsados por los de su sucesor, el islamista Mohamed Mursi, el único presidente elegido democráticamente en Egipto pero derrocado hace 11 meses por el jefe del ejército.
Mursi y prácticamente todos los dirigentes de los Hermanos Musulmanes, su organización, se exponen a ser condenados a la pena de muerte en varios juicios, y el gobierno dirigido de facto por el ejército lleva a cabo una sangrienta represión de sus partidarios.