- Sobrecarga tributaria y corrupción, los lastres
- Crisis sobre diagnosticada, soluciones ineficientes
Los índices que determinan la competitividad de una economía no sólo son muchos y muy complejos, sino que lograr una mejoría en este campo exige un esfuerzo público y privado estructural y de largo aliento.
Por lo mismo que Colombia hubiera perdido cinco puestos en el último informe sobre competitividad realizado por el Foro Económico Mundial, pasando del puesto 61 al 67, no sorprende mucho.
La economía colombiana viene experimentando una desaceleración desde el año pasado y los indicadores principales, tanto en lo macro como en lo micro, no hacen más que confirmar que la recuperación es más lenta de lo esperado.
En ese marco era muy poco probable que la competitividad mejorara en un escalafón que mide a 137 economías en todo el planeta. Y también, como lo hemos reiterado en estas páginas, era de esperarse que uno de los lastres del país que impiden competir con más eficiencia y rentabilidad fuera la alta carga tributaria que recae sobre las empresas, más aún en un año en donde empezó a regir la nueva reforma.
Las falencias en materia laboral y una menor eficiencia gubernamental se mezclaron con el impacto de los escándalos de corrupción que en el último año han salpicado a altas instancias oficiales y privadas, en contratos muy cuantiosos, afectando el clima de negocios, la seguridad jurídica y hasta los flujos de inversión.
Ese diagnóstico no difiere mucho del realizado por la mayoría de los gremios colombianos de la producción y de servicios en sus más recientes congresos y asambleas. La sobrecarga tributaria, la inflexibilidad laboral y pensional, la inderrotable tramitomanía, los crecientes déficit fiscales y la falta de transparencia en los negocios entre el Estado y los particulares se convierten en los obstáculos más grandes para hacer empresa y conquistar mercados rentables a nivel local, regional, continental y mundial.
Mientras no se superen, de forma estructural y con vocación de largo plazo, esas falencias, será muy difícil que Colombia pueda mejorar sustancialmente en este escalafón y acercarse a Chile, que en el puesto 33 es la nación con mejores índices de competitividad en Suramérica, en tanto Suiza lidera el top global.
La economía colombiana, como sistema, necesita una reingeniería, y ello no se puede hacer sin el concurso del Estado y el sector privado. El promedio de crecimiento del PIB este año apenas si es de un magro 1,2 por ciento en el primer semestre, mientras que el informe del Foro Económico Mundial sostiene que una década después de la crisis mundial el sistema productivo “está en mejor forma” y se cree que el lento pero constante crecimiento observado en los últimos años pueda continuar con un pronosticado 3,5 por ciento para este año.
No es hora, como suele hacerse, de conformarse con que Colombia está a mitad de la tabla a nivel suramericano ni tampoco de controvertir los resultados de este informe con el de otros que ubican al país en puestos más altos en materia de competitividad. Esos son debates que sólo sirven para distraer el asunto de fondo: hay problemas estructurales que impiden a nuestra nación medirse en mejor forma con los productos y valores agregados de otras economías con potencial similar al colombiano. Problemas que, además de los ya mencionados, tienen que ver con un sistema de transporte intermodal todavía muy deficiente, políticas industriales y comerciales que se basan en la materia prima más que en los productos terminados, bajos índices de innovación tecnológica, trabas arancelarias y otra serie de circunstancias que generan un cuello de botella difícil de superar.
Ahora que está tomando ritmo la campaña presidencial se abre un espacio interesante para que quienes quieren llegar a la Casa de Nariño empiecen a poner sobre la mesa sus respectivas propuestas para aumentar de forma sostenida y estructural la competitividad de la economía. Los lastres están más que diagnosticados, pero las soluciones, lamentablemente, nada que se concretan en una política moderna y eficaz.
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