La visita del Papa Francisco a nuestro país hará que la semana que acaba de transcurrir sea recordada en la historia de Colombia porque fue marcada por intensos encuentros y discursos, a través de los cuales, su Santidad nos transmitió lecciones de tolerancia, fe, esperanza, humildad y compañerismo para lograr construir comunidad y engrandecer a nuestro país a partir de aquellos principios que deben regir el comportamiento humano.
Su llamado a la defensa y el cuidado de la vida y su descripción de nuestra gente como un pueblo lleno de esperanza y con futuro debe entrar en nuestros corazones y abrir nuestros ojos para que rescatemos los valores perdidos y salvemos a nuestro país, para no perder la fe en nuestros dirigentes y lograr construir un futuro prometedor para nuestros hijos.
En esta materia, el Papa nos llenó de ánimo para poder continuar. Cuando en otro de sus mensajes dijo que voláramos alto y soñáramos en grande, abandonando las pequeñeces, comenzó a traer la esperanza que necesitaba nuestro país y nuestros compatriotas. El Papa dio en el blanco de uno de nuestros más graves defectos: el egoísmo y la mezquindad.
Y qué decir del conocimiento del Papa Francisco sobre el momento que atravesamos. Lo resumió de manera perfecta al decir que ya era hora de ‘desactivar los odios, renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno’. No sólo les hablo a los obispos y autoridades eclesiásticas, se dirigió a todos los sectores de nuestra sociedad. Nos dio lecciones de comportamiento y de actitud con grandeza y humildad; al final de su visita, agradeció a todos los colombianos la acogida que le habían dado e incluso manifestó su gratitud por las enseñanzas que se llevó y los momentos que durante su presencia en nuestro país lo marcaron.
El país quedo reconfortado con su visita. Ojalá el ambiente creado por su Santidad nos dure y así encontremos caminos para seguir construyendo y no destruyendo. Más aún cuando ya estamos entrando a un periodo de campañas que harán que el ambiente se caldee. Necesitamos renunciar a tanto individualismo para encontrar objetivos comunes que permitan avanzar.
No podría terminar estas reflexiones sin aplaudir la magnífica y ejemplar organización que tuvo la visita de Su Santidad, la cual en lo Nacional estuvo a cargo del señor Vicepresidente de la República, el General Oscar Naranjo y localmente en la ciudad de Bogotá, en manos de Ignacio de Guzmán. Fue un trabajo magnifico que permitió que todos pudiéramos participar y compenetrarnos en la visita del Papa. Que orgullo poder mostrar que cuando la gente se compromete y trabaja con responsabilidad y eficiencia las cosas salen bien.