PLANETARIO
Escalerillas (I)
Desde antes de la cita de Oslo que inauguró la negociación Gobierno-Farc hace ya dos largos años, el problema esencial era si dialogar en medio del conflicto o al amparo de una tregua.
Consciente (solo hasta cierto punto) de la conducta estratégica oportunista y larvada que ha exhibido la guerrilla a lo largo de su historia, el Ejecutivo se empeñó en las tratativas al fragor de los combates pues calculaba (erróneamente) que podía "ponerle fin al conflicto en pocos meses y no en años".
Por supuesto, las Farc siguieron insistiendo en el cese bilateral (es decir, tregua) como asunto de fondo mientras, progresivamente, iban acumulando significativas ventajas en los preacuerdos sobre tierras, participación política y narcotráfico.
De hecho, el principal interés del Secretariado en esa tregua siempre ha sido paralizar a las Fuerzas Militares y, al amparo del estatus político conseguido en La Habana, seguir desarrollando sin obstáculos su consolidación político-militar a escala nacional, regional y local.
Para persuadir al Gobierno de la necesidad de declarar el cese mucho antes de firmar un Acuerdo Final, la organización ilegal ensayó todas las fórmulas a su alcance, con base en la fórmula de la zanahoria y el garrote. Por una parte, le ofreció (junto a su hermanado Eln) todo el apoyo a la reelección del Presidente pero, al mismo tiempo, sometió al país a movilización social forzosa, paros agrarios indefinidos, ceses unilaterales (decenas de veces incumplidos), atentados contra la población, secuestros de hondo impacto y la advertencia, hecha en agosto, de que si se daba de baja a uno de los miembros de la cúpula, la negociación terminaría.
Semejante recetario tenía que hacer mella en la frágil estructura del jugador de póker que, habiendo invertido todo su capital político en “la paz”, se veía y se ve cada vez más maniatado y sometido a la voluntad de su adversario.
De tal manera, el Ejecutivo no ha tenido más opción que entrar a pactar el antedicho cese bilateral (la tregua que tanto anhelan las Farc-Eln) solo que de manera velada, enmascarada, bajo la figura del "desescalamiento", cuando el auténtico desescalamiento solo puede medirse bajo la fórmula "DDR" : desmovilización controlada, desarme efectivo, y reintegración con verificación exhaustiva de los compromisos adquiridos.