VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 22 de Octubre de 2013

PLANETARIO

Oclocracia

Hace mucho, por allá en el 200 antes de Cristo, Polibio describía en sus exquisitas páginas políticas los seis grandes sistemas que en eventual degeneración podían desembocar en el control del poder por parte de las muchedumbres (oclos), las masas tumultuosas que en medio del caos someten a los demás a su ominosa voluntad. Como noción completamente opuesta a la de democracia, el poder bajo el control del tropel, o de las hordas urbanas, no tiene nada que ver con la idea de pueblo, o multitud, asociándose, más bien, al despotismo y la violencia generalizada propia de la asonada, el vandalismo abierto y el terror.

Confundida con el anarquismo o la llamada tiranía de las mayorías, la oclocracia se refiere al intento por convertir a una democracia en un Estado fallido mediante ejercicios sistemáticos de desorden y zozobra para que impere la ley del más fuerte, esto es, la de aquellos que apelando al uso de la fuerza logran llenar el vacío de poder a escala regional y local, principalmente. Ejerciendo una presión dosificada y violenta, paralizando áreas, forzando a la población a movilizarse, bloqueando indefinidamente a la comunidad, los oclócratas imponen su voluntad a destajo y se solazan con la natural y respetuosa inhibición que la Fuerza Pública está en la obligación de practicar.

Basándose en la anaciclosis (los ciclos políticos que pueden conducir a los sistemas a su decadencia) los promotores del desorden apelan a la demagogia anónima para aducir que son la expresión espontánea del sentimiento colectivo que fluye en las redes sociales. Aduciendo que su conducta está libre de toda suspicacia, conspiración o sedición porque las "flash" o las "smart mobs" (movilizaciones instantáneas e inteligentes) solo pueden ser completamente "horizontales" y no tienen líderes establecidos, los promotores de la violencia alternativa se exhiben como genuinos y auténticos depuradores de las costumbres políticas.

En resumen, tan solo es cuestión de mirar por la ventana para constatar que el fomento de la oclocracia es la estrategia perfecta de las fuerzas antisistémicas para evadir responsabilidades históricas, movilizar a sus huestes en la sombra, congelar a los operadores de seguridad, romper la cohesión social y asaltar el poder sin necesidad de depender exclusivamente -como sucedía hasta hace poco- del uso de las armas o de la guerra de guerrillas.