VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 6 de Agosto de 2013

La gran piñata

 

Está cada vez más claro que hay dos grandes visiones sobre el futuro del país.  

Una, la del entreguismo, consiste en premiar a las Farc con toda suerte de privilegios para refundar el Estado -como si fuera una gran piñata-, concediéndole a la organización armada el estatus de redentora de la patria en el Congreso, asambleas y concejos, en un ejercicio de absoluta impunidad y glorificación del terrorismo. La otra, la del soberanismo, rechaza la trampa subversiva, enfatiza en la seguridad para proteger las libertades, se erige como defensora de la integridad territorial ante las pretensiones de los aliados de las Farc en el Caribe y propone un Estado comunitario en el que las reformas sociales se construyan con firmeza, autoridad y rapidez desde la base popular y en el Congreso, sin premiar a terrorista alguno. En la práctica, eso significa que el eje de las próximas campañas políticas será la tensión entre aceptar unos acuerdos-trampa firmados con las Farc, o rechazarlos para proponer el retorno a la genuina democracia y a la recuperación económica en un país seguro que ya no se sienta rehén de la guerrilla en La Habana, en el Catatumbo, en el Cauca o en el mar de San Andrés.

Pero aunque todo esto es cierto, la realidad no es tan simple y no funciona en blanco y negro sino matizada por gran cantidad de actores y factores que le dan sentido a una auténtica democracia. Por eso resulta preocupante el modo en que el gobierno de Juan Manuel Santos trata a los demás sectores de la rica y diversa oposición que hay en Colombia, particularmente, al Polo Democrático. De hecho, al senador Robledo lo muestra como si fuera el responsable de la alteración del orden que el propio Gobierno ha sembrado en las regiones y es caricaturizado como si padeciera de algún trastorno ideológico mientras a la candidata presidencial del mismo partido se la evade o se la ignora cada vez que reclama la activación de un estatuto de la oposición en Colombia.

Pero, claro, en el ambiente de cómplice fraternidad que se respira en Cuba y en Palacio, ¿qué estatuto de oposición se va a construir con los auténticos demócratas si ese es otro de los temas estratégicos que las Farc se han reservado en La Habana para perfeccionar la trampa, el terror y la piñata?