En los últimos días se ha desatado una polémica muy interesante sobre la divulgación del informe de la Comisión de la Verdad en los colegios, como una manera de generar conciencia en los jóvenes de lo que pudo haber generado tanta violencia y una guerra en las últimas casi 6 décadas, lo que para otro grupo de personas es adoctrinamiento a los jóvenes porque hacen mención a que este informe no dice la verdad real.
Debo decir que no entiendo esta discusión. Creo que todos los esfuerzos que se hacen por lograr entender lo que nos sucedió y lo que nos llevó a matarnos los unos a los otros deben ser válidos, independientemente de su resultado. Creo que el principio del cambio siempre estará primero en reconocer nuestra realidad y que la aceptemos. Lo segundo es que surjan los motivos para cambiar y luego tengamos la actitud de sostenerlo en el tiempo.
Creo que nos hemos enfrascado en la minucia de la palabra, en debatir si se debieron escuchar a todas las víctimas o no (para mí esto era una labor casi imposible), en sí se contó todo o no, en si se protegió a alguno o no, y no en la realidad que los hechos evidenciaron. Esta evidencia, por no decirle verdad, palabra que a algunos molesta, tiene que ver con que perdimos como país, como sociedad y como personas.
En estos días pude ver la serie “Noticias de un secuestro”, que muestra la realidad del narcotráfico en la década de los 90, vista esta vez desde las víctimas del secuestro, de las familias de los que murieron a manos de unos locos delincuentes que querían presionar al gobierno para lograr beneficios y no ser extraditados. Pero lo que me llamó poderosamente la atención es evidenciar el dilema ético que ha sido repetitivo en este país y que no hemos sabido gestionar o que en el pasado lo hemos gestionado mal. Este dilema al que me refiero es aquel que pone las ideas y las políticas por encima de la vida humana.
Para mí este es el real punto a discutir en cuanto a la verdad. Somos un país en donde las ideologías, bien sea de derecha o de izquierda, han preponderado. Las políticas de extradición de nacionales, las políticas de seguridad y la política de lograr la paz a través de la guerra, han predominado sobre la vida de las personas que habitan este país. Y para esto el “todo vale” aplica, la tortura, el secuestro, las desapariciones, los seguimientos, las bombas, las muertes etc. ¡Para justificar esto hacemos lo que sea!
Por el contrario, para hacer lo opuesto, como que prevalezca la vida por encima de las ideologías, de las políticas, de los gobiernos, no estamos dispuestos a ceder en nada. Un poco lo que pasó con el Sí y el No al proceso de paz. Para muchos es más importante hoy día restregar en la cara que ganó el No y no hacer lo que fuese necesario para que no hubiera más muertos en la guerra con las Farc ¡Qué paradoja!
Lo más importante de dar a conocer esta información es, precisamente, que en el desarrollo del pensamiento crítico de nuestros estudiantes puedan aprender a gestionar de una forma no violenta este tipo de dilemas, que tomen los recursos necesarios para no volver a repetir tantas muertes. Pero, sobre todo, podrán construir una información crítica y diferente, y con esto una nueva realidad de país ¿Qué tan difícil es entenderlo? El último ingrediente de esta receta se llama confiar.