En el ambiente de angustia y de incertidumbre que se vive por cuenta de la pandemia Covid-19, cuyo contagio ha venido creciendo en el último mes, y ante la proximidad de llegar al pico más alto que, según los entendidos, será durante el mes de agosto, según se anuncia, seria sensato y responsable con el país disminuir la animosidad del debate político. Ese espíritu confrontacional es propio de tiempos de normalidad pero no en una situación tan compleja como la que se está viviendo con la zozobra y el estrés que provoca la pérdida del empleo en muchos casos y las limitaciones que enfrentan muchas familias para garantizar el sustento de sus familias.
Ahora lo que importa es salirle al paso a la pandemia y poder llegar a la otra orilla superando sus efectos letales. La crisis provocada por el coronavirus tiene que unirnos como país porque las medidas que se adoptan no tienen color político. Se pueden tener diferentes enfoques, distintas perspectivas de análisis sobre la necesidad, conveniencia u oportunidad de una medida, pero hay que salirse del terreno de la especulación que a nada contribuye. A las autoridades se le pueden hacer recomendaciones, sugerencias y propuestas con el fin de adoptar una medida o de fortalecer otra, en particular a las del sector salud y los alcaldes y gobernadores que son quienes tienen que ejecutarlas, pero hay que evitar el debate diario de las recriminaciones que por momentos se vuelven más político que técnico.
La verdad es que estamos en manos de la ciencia médica, de infectólogos, y de epidemiólogos que con la cooperación de la OPS, la OMS y de los países que han logrado contener los avances del virus. De manera, entonces, que ese es el camino que nos toca recorrer en este difícil momento para luego comenzar a construir soluciones colectivas de cara al futuro.
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En un reciente informe la ONG Human Rights Watch ha alertado sobre el hecho de que grupos armados ilegales estén amenazando a las personas que incumplan el aislamiento preventivo como medida para contener el Covid-19. La alerta da cuenta de que tales grupos armados ilegales imponen brutales medidas para mitigar la pandemia. Si bien hay que reconocer que el aislamiento no se cumple con el mayor rigor en algunas regiones del país donde el contagio no ha cobrado particular intensidad, por lo que la gente se indisciplina o flexibiliza mucho el cumplimiento de las medidas. Además, hay personas que necesitan adelantar actividades o atender oficios para poder ganarse el sustento de sus familias.
Estos comportamientos se deben corregir para evitar la propagación del virus si tenemos en cuenta que estamos llegando al pico más alto. Pero de ahí a que los grupos armados ilegales impongan con amenazas medidas arbitrarias a personas que muchas veces salen a la calle es más por necesidad, pues tenemos que rechazarlas porque representan una amenaza más para el derecho a la vida de ciudadanos que, seguramente, no han recibido suficiente pedagogía pero, en todo caso, pueden ser objeto de medidas correctivas por parte de las autoridades por violar la cuarentena.