En los próximos días Gautier Mignot culmina su periodo como Embajador de Francia en Colombia. En su caso no es una noticia más de la crónica diplomática o del devenir de la carrera de un servidor del Estado. Se va un Señor Embajador en todo el sentido de la expresión, ligada esta a sus calidades humanas, al reconocimiento de sus pares, a la relevancia del papel que jugó en la relación bilateral durante sus años de permanencia en Colombia y al legado que deja para sus sucesores.
Se va alguien que ha visitado en desarrollo de su misión buena parte del territorio colombiano y ha llevado a los lugares más recónditos y olvidados el ideario de libertad, igualdad y fraternidad que identifica a su país, con el que se inspiró también desde sus inicios el forjamiento de nuestras instituciones y que con espíritu renovado congrega cada vez más a nuestras dos naciones frente a los retos del presente.
La discreción y decoro propias de su oficio, y que en su caso se expresan en cada uno de sus actos, no le han impedido ir con los tiempos para establecer a través de los medios digitales un contacto fresco y directo con los colombianos, y así hacernos descubrir y apreciar imágenes y actores de nuestro país algunas veces desconocidos para la mayoría.
No me corresponde aquí detallar el balance de una gestión que ha sido de una gran riqueza y que en el ámbito institucional, jurídico, empresarial, de la educación y de la cultura, entre muchos otros, sus interlocutores respectivos, valoran y reconocen. Quisiera simplemente destacar su compromiso con el ingreso de Colombia a la OCDE, el fortalecimiento de las relaciones empresariales y comerciales y la promoción de la inversión, la ampliación de la red de liceos franceses en el país, la cooperación en materia de justicia, la dinamización de los intercambios científicos y de investigadores, así como su invaluable soporte a los compromisos de la paz, a la valoración de los liderazgos sociales y a la voluntad de reconciliación que la comunidad internacional no cesa de apoyar.
En todos esos ámbitos ha sido evidente el entusiasmo y el afecto que Gautier Mignot ha demostrado por nuestro país y su gente, y ello desde hace muchos años cuando lo recorrió en su juventud y encontró en Tatiana Ogliastri, su señora, nuestra compatriota, un soporte formidable para su vida y su tarea, y una razón ineludible para enamorarse de esta tierra.
En la línea de embajadores como Pierre-Jean y Martine Vandoorne que marcaron huella por la magnífica labor que cumplieron y por el inmenso aprecio con el que se les recuerda, Gautier y Tatiana Mignot dejan incontables amigos que no olvidarán nunca su paso por este país, que de muchas maneras también seguirá siendo el suyo.
Y es que en cualquier caso sabemos que donde vayan se convertirán en formidables mensajeros de nuestra identidad, de nuestras alegrías, esperanzas y anhelos, pues ellos en su ser llevan impregnada la esencia de Colombia y su magia.
@wzcsg