Estamos por pensar que lo que nos decía el doctor Álvaro Gómez Hurtado respecto a las modificaciones que habría que introducirle a nuestra Constitución, al esquema legal vigente, en frente a cualquier problema que se presentaba, cuando los avisados o llamados eruditos, comentadores y avisados solían proponer, para tratar de resolver el asunto en discusión, que era necesario pensar en introducir modificaciones a nuestro esquema legal, para combatir o prevenir el asunto que se estaba discutiendo.
Tal vez una manera (¿la de los romanos?) de poner en práctica la teoría de fijar en la legislación todo evento social o de lo contrario no podría ser considerada según norma legal que no fuera anterior al hecho en estudio. Esa teoría ha hecho que toda nuestra legislación esté llena de normas que pretenden contener todos los acontecimientos de la sociedad susceptibles de ser juzgados con propiedad. Y lo que decía nuestro hombre, con toda la lucidez que siempre lo caracterizó, es que nuestras normas legales son tan ricas, que solamente era necesario aplicar sanamente lo que en ellas está previsto. Las modificaciones solían ser repetición de lo ya escrito; esos pensamientos desde luego fueron anteriores al estudio y elaboración de la Constitución del 91, en cuyo proceso tuvo tan notables intervenciones; su firma, junto con las los otros dos presidente de ese cuerpo constitucional luce en ese documento
Buena parte de quienes no participaron en la consulta del pasado 26 de octubre tuvieron en consideración las enseñanzas de Gómez Hurtado; pensaron en la inutilidad de acercarse a las urnas a corroborar el pensamiento general con respecto a la corrupción que tanto mal le está haciendo al país. ¿Era necesario semejante esfuerzo nacional para corroborar lo que la mayor parte de los colombianos pensamos? Ahora nos tienen ahogados los políticos, los buenos y los malos, con proyectos que deberán ser considerados, estudiados y aprobados para que esa idea que es una constante en todos los compatriotas que no están conformes con la corrupción.
Naturalmente quienes propusieron que sucediera este certamen están sacando pecho, tomando como suyos los votos de quienes se acercaron a las urnas a manifestar su opinión con respecto a las propuestas; aunque no hubo el número de votos que le hubieran dado un discutido valor legal al plebiscito, los que votaron son ahora los seguidores de quienes propusieron semejante desvarío. Lo que sucedió y seguirá sucediendo a continuación llena de satisfacción a todos aquellos que consideraron una equivocación pedir una refrendación de lo que la gente piensa.
Esperemos a ver cómo se manifiesta la clase política a través del Congreso, que será el escenario en el cual se discuta todo lo propuesto sobre las siete preguntas del plebiscito, si es que se estudian los proyectos de ley que tengan que ver con eso, que como dicen los que no estuvieron de acuerdo con quienes propusieron este desatino, es la voz del pueblo de la cual se apropian ahora los proponentes de este desafortunado plebiscito.