Cuando se trata de tomar una decisión profunda, se suele pensar en medir las consecuencias para encontrar una postura racional que sea equilibrada. Es común, entonces, acudir al refrán: “ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”. De hecho, aparece la palabra tanto en su acepción de medida o porción, invitando a tener ojo o cuidado con la exageración.
La perspectiva del gobierno de Gustavo Petro se enfrenta, precisamente, a esa dualidad. Sin embargo, no se puede pensar que la reforma tributaria sumada a la laboral y la agraria, más la llamada transición energética, sea totalmente soportable para las empresas si se llega a extremar con efectos sobre su rentabilidad.
Dos eventos permiten percibir las intenciones como las dificultades. En la reciente reunión con los gremios como en el discurso del presidente ante la Asociación Nacional de Industriales (ANDI), si bien se intenta plantear el ánimo de concertación, las expectativas son altas y el Estado aparece como un gran interventor.
Es obvio que de todas maneras las mayores cargas pueden causar de rebote sobrecosto de los productos y disminución del ahorro, la inversión y el consumo. Entonces, termina por recaer no solo en las personas de mayores ingresos. Por esto se acude al esfuerzo de los empresarios, digamos a un esfuerzo social.
En el discurso del presidente en la Asamblea de la ANDI se dejó muy en claro el cambio de modelo, que no se reconoce como socialista, donde se declara la intención de crear un Estado rector en convivencia y a la par con el mercado, bajo el argumento que este último no fue capaz de garantizar por sí mismo los derechos universales.
Una cosa es la economía social del mercado, que postula la misma Unión Europea y que ha sido también soporte de nuestro Estado de Derecho, donde la política económica, dirigida desde el Estado, tiene como meta que prevalezcan los derechos fundamentales, dentro de los términos del capitalismo humano o social.
La Constitución o Tratado de la Unión Europea, en efecto, admite que ella: “Obrará en pro del desarrollo sostenible de Europa basado en un crecimiento económico equilibrado y en la estabilidad de los precios, en una economía social de mercado altamente competitiva, tendente al pleno empleo y al progreso social, en un nivel elevado de protección y mejora de la calidad del medio ambiente.” (Artículo 3, Párrafo 3). Como bien lo dice, se refiere entre otras a la economía sostenible y a la economía social de mercado altamente competitiva.
El tema está en el respiro que necesita el mercado para actuar, moverse y poder jalonar el desarrollo, con dos condiciones principales: solvencia y competitividad. La primera para conservar la capacidad de cumplir con las obligaciones financieras y la segunda tanto para mantener la rentabilidad del negocio como para conservar las posibilidades de mejora en el futuro cercano.
Si a cualquiera de los artículos de la reforma tributaria se les aplica esta triple regla: no afectar en demasía la solvencia, la rentabilidad ni la capacidad de mejora, solo se puede esperar así que no sea confiscatoria, genere empobrecimiento o limite el emprendimiento. Esto en el orden con otro de los adagios populares: “es bueno cilantro, pero no tanto”.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI
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