Tardía pero necesaria | El Nuevo Siglo
Domingo, 23 de Octubre de 2016

Esta semana, por fin, aterrizó la tan anunciada reforma tributaria. Ya habrá oportunidad más adelante para comentar en detalle sus abigarrados contenidos. Por el momento quisiera destacar dos aspectos de esta reforma: es tardía pero resulta necesaria.

Es tardía, en primer lugar. Su justificación principal ha sido la de que ella es indispensable  por razón de  los efectos fiscales de la caída de los precios del petróleo. Pues bien: el desplome  de los precios de los hidrocarburos en los mercados internacionales se conocía  desde hace dos años. Ese debió ser el momento para presentarla. O aún, si se quiere, los expertos rindieron su informe hace cerca de un año que también pudo ser el término de referencia para presentarla. No se hizo así sin embargo.

Se le dio incomprensiblemente largas a su  presentación. Se entró en un  desafortunado juego de cálculo político que buscó  imprudentemente  dilatarla hasta después de  haber sido  aprobado el plebiscito.  Se creyó inoportuno mezclar paz e impuestos. Pero las cosas no sucedieron desafortunadamente  así. Y ahora llega  en el peor de los  momentos políticos.

No solo porque el tema de la paz, o sea, la ratificación de los acuerdos no se ha dilucidado  puesto que el difícil  diálogo político  entre el Sí y el No se mantiene. Sino porque ante lo avanzado de los calendarios ya algunos partidos políticos como el Centro Democrático, el liberalismo, y buena parte del conservatismo, empiezan  a tomar distancias frente a la reforma. El clima político está  caldeado. No se pudo escoger  un momento más desacertado  para desembarcar con una reforma tributaria. Y ello se debe, repitámoslo una vez más, a que equivocadamente  no se presentó cuando debió hacerse.

Pero además: sus contenidos- muchos de los cuales pueden ser defensables desde el punto de vista técnico- no lo son desde el  político. La explicación ante  la opinión pública de que se presenta una reforma que le carga la mano severamente a la clase media, y  cuyos ejes centrales son una brusca elevación del IVA, la reducción de los impuestos a las corporaciones y la elevación de los impuestos a las personas naturales, no va a ser  tarea  fácil. Y mucho menos en un  momento político como el  que vive el país, después de la desaprobación del plebiscito y cuando ya prácticamente se ha iniciado el debate electoral de las próximas elecciones presidenciales.

A pesar de todo lo anterior, la reforma es necesaria. El déficit ha alcanzado niveles realmente explosivos. La situación fiscal del país se ha dejado deteriorar  a niveles tales que si no se actúa rápido -así sea tardíamente- las consecuencias económicas y de credibilidad del país en los mercados internacionales serían devastadoras.

Además, la  reforma debe ser aprobada en el  último trimestre del 2016 por una razón técnica. Todo lo que concierne a modificaciones en la tributación directa si no se aprueban este año sino en el 2017 solo podrían entrar a recaudarse en el 2018, cuando ya sería muy tarde.

Dentro de la dieta de alimentos laxantes que el país debe aplicarse por estos tiempos, ahora nos tocó el momento de la reforma tributaria. Nos llega tardíamente  pero no hay cómo evadirla. Debemos  apurar este trago con celeridad. No tomarlo acarrearía graves repercusiones para la salud económica del país.