Puede ser impopular. Pero es real. El fútbol, poco a poco, está dejando de ser el espectáculo masivo, para convertirse en un producto de nicho como el tenis o el ciclismo.
Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, siempre tiene un gesto adusto y siempre ha generado una antipatía en el mundo del fútbol. Pero nadie le puede quitar sus logros. No sólo desde el punto de vista deportivo. Pérez fue el que tuvo aquella visión de ‘los galácticos’, que convirtió a su equipo, a los jugadores y al fútbol en general en un fenómeno masivo y global.
La propuesta de la Súper Liga de Europa, que es una idea bien de Florentino, fue mal vendida, llegó en un pésimo momento y terminó mostrando cómo la FIFA es un monopolio dantesco y violento. Pero Florentino y su Real Madrid tienen razón. Y ese intento de que los grandes y fuertes jueguen sólo entre ellos, más temprano que tarde será una realidad.
La realidad es que las audiencias del fútbol en vivo están decreciendo. Un dato para dimensionar el tema: mientras que la final del Mundial de 2014 tuvo una audiencia de 545 millones de personas, la final del Mundial 2018 bajó a 516 millones de usuarios. Si hablamos por ligas, por ejemplo, la de España, con Messi y todo, perdió un 6% de audiencia en 2020. Una locura, si se tiene en cuenta que la gente sólo tiene la opción de la TV para ver los partidos.
El tema es que la industria del fútbol se cree omnipotente, cuando la realidad es otra. El fútbol como producto, como industria de contenidos, compite contra Netflix, contra Amazon, contra Disney+ y sobre todo contra los eSportsa. Y ahí la guerra, en el largo plazo, la está perdiendo el deporte rey y por mucho margen.
Según Statista, en 2019, se registró una audiencia global de eSports de 395 millones de usuarios, incluyendo entusiastas y espectadores ocasionales y se prevé que para 2023 esta cifra supere los 645 millones de personas. Es un tema generacional. Y bien lo expuso Florentino. La audiencia del fútbol todavía sobrevive por los millenials, pero los más jóvenes no tienen ni idea de quién es Messi. Si no me cree, pregúntele de fútbol a sus hijos a ver qué le dicen. Se llevará una sorpresa.
El problema de Florentino es que fue muy crudo en su análisis. Y en esta época de redes sociales y de generaciones de cristal, decir verdades impopulares es sinónimo de lapidación. Pero el fútbol se tiene que transformar. No como deporte. Como industria. El fútbol tiene que evolucionar o estará condenado a ser un espectáculo de nicho como el tenis o el ciclismo. En las próximas décadas, el fútbol puede dejar de ser masivo.