El mundo se ha olvidado que uno debe ser, siempre, parte de la solución en los asuntos que afectan a todos. Como en el caso del sexo a secas que nos está convirtiendo a casi todos en esclavos hormonales. Duele ver que en las universidades que muchas primíparas, a los pocos días de iniciar las clases no pueden ocultar que están enamoradas: sus rostros, sus ojos, sus sonrisas, brillan con transparencia mágica, con una ilusión y alegría inigualables. Pero, al terminar el semestre, casi todas, son un baño de lágrimas (estamos hablando de niñas de los 15 a 18 años).
Resulta que para la mujer el sexo y amor son una sola cosa: una vocación espiritual, bella, eterna; mientras que para los hombres una cosa es el sexo y otra el amor que por lo general deja frustración, dolor, en el alma de la mujer, sin que nos importe. Solo, cuando damos con una mujer buena, inteligente, con carácter y criterio, capaz de formarnos -con la ilusión de amar- podemos salir de la eterna adolescencia masculina (a la edad que sea).
Pero, en el mundo empresarial, en los deportes, en la farándula, en la política, se aprovechan de la necesidad de progresar de la mujer: para ser tenidas en cuenta o por obediencia, se entregan a sabiendas que están siendo humilladas, usadas, irrespetadas y tema de burla. Ahora en las familias -en las que poco interesa la abismal diferencia entre el amor y el sexo- los abusos entre padrastros y los menores son incalculables. Y si le agregamos a este sancocho viral la adicción, generalizada, a la pornografía y la irresponsabilidad de las redes sociales, podemos entender las razones de los suicidios, el dolor, la frustración, la amargura, la rebeldía de jóvenes, los vicios… Los mayores que no saben de dónde vienen ni para donde van: con la adicción al sexo -que es el resultado de un desorden moral radical- con quien sea, donde sea, cuando sea, que solo los lleva a la muerte de la familia, a un desorden emocional inmanejable, a una vejez solitaria, a una salud salida de las manos, a un desorden económico serio, unos hijos díscolos: con principios y valores en contravía, y una alma desordenada.
Es evidente que hoy millones de niños del mundo son víctimas de abuso y explotación sexual. Es una plaga mundial: los parientes, los maridos de las madres, entrenadores, educadores son los victimarios. Los organismos mundiales para la niñez informan que en el 2017, en 28 países del mundo, 9 de cada 10 mujeres que han tenido relaciones sexuales forzadas, declaran haber sido víctimas por alguna persona conocida o cercana a la familia. En USA más de 700,000 niños son víctimas de violencia o maltrato, anualmente. La pornografía es otro caso, alarmante, de irresponsabilidad por parte de autoridades que lo permiten. Pero lo más preocupantes es ver, cientos de miles, niñas de nueve años adictas a esta infamia. Y no hablemos del turismo sexual con menores...
Nota: El abuso sexual de los religiosos (budistas, islamistas, pastores y católicos) va a ser tema de la semana entrante.