Sergio | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Agosto de 2017

Dos brillantes y buenos seres humanos: Humberto De La Calle -abogado caldense, exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia, exministro de Estado y ahora candidato a la presidencia-,  y Sergio Jaramillo -políglota con los genes de LENC y de Miguel Antonio Caro, filósofo del Trinity College de  Toronto, filólogo de Oxford, magister de Cambridge y candidato a doctor en Griego de la Universidad de Heidelberg-,  lideraron con infinita paciencia, neuronas de amplio espectro y profunda visión, el cambio  que le devolvió  esperanza y  viabilidad social  a Colombia; sacaron de circulación miles de armas ilegales; rescataron de la clandestinidad a los ex combatientes de la guerrilla más antigua de América;  movilizaron conciencia y cultura de millones de personas que aceptaron sustituir el chip de la violencia, por los andamios de la reconciliación.

Décadas de conflicto armado le están dejando el paso a la perspectiva de una democracia que algún día  le haga honor a la etimología de la palabra.

Seamos sinceros: históricamente hemos tenido mucho demos olvidado y poco kratos responsable; somos propensos a las zonas de confort, así estén  llenas de tanta hambre, sangre y fusil, que para muchos resulten miserables.

De La Calle dejó la  jefatura del equipo negociador, porque aspira a  ser presidente de Colombia. ¡Ojalá! Soy una micra, comparada con el enjambre político de nuestro país, pero haré cuanto pueda para que la amnesia y la venganza no guíen la decisión de los electores.

En dos meses, Sergio  se va para Bruselas. Será impecable su trabajo, apoyará desde allá el posconflicto, y su familia lo recuperará. Pero me inquieta que se vaya en este  momento de  “buenos días, paz”, a la vez  épocas de contienda pre-electoral, de guerras sucias promovidas por ególatras y bufones amargados. Me preocupa el devenir de esa confianza casi milagrosa que se logró construir entre adversarios. Quiera Colombia que nada lastime las promesas hechas, y las ilusiones que empezaron a germinar.

¡Son tan crueles y tan inconscientes, los huracanes promovidos por quienes extrañan y entrañan la guerra!

Sergio: siento por usted gratitud, admiración y el mandato moral de estar a la altura del reto que nos deja.

Usted, silencioso, reflexivo y firme, me recuerda la discreta grandeza  del eucaliptus de mi colegio; con la conciencia y las manos limpias -muy distinto a tantos políticos que nos agobian y estafan-, usted no ha ejercido cargos: ha ejercido vida, con el más alto grado de generosidad.

No se lleve en su equipaje las veces que  Colombia fue injusta y desagradecida con usted: no vale la pena. Llévese la felicidad del deber, el pensar y el hacer cumplidos; la imagen de las calles y las plazas llenas de banderas blancas.

Esos puentes de confianza que usted construyó en medio de un país que se estaba matando, harán posible la reconciliación. Llévese eso, y un abrazo inagotable, capaz de cruzar el mar, en clave de paz. Llévese un #GraciasSergio escrito con el silencio de las armas, y con el latido de cada una de las vidas que usted salvó.

ariasgloria@hotmail.com