Santos y la tiranía venezolana | El Nuevo Siglo
Sábado, 5 de Agosto de 2017

Desde los clásicos hasta los contemporáneos, la filosofía toda, pero en especial la política, reclama sinceridad. Esa condición necesaria para poder entablar discusión y diálogo. Un tópico ineludible cuando de democracia se trata.

Si la democracia implica debate y el debate se nutre del diálogo, la discusión y la confrontación de ideas, la sinceridad argumentativa es un elemento ineludible de la ecuación. Por eso lo colombianos evaluamos tan negativamente al Presidente Santos.

El Señor Presidente no se cansa de decir mentiras para gobernar como cuando nos dijo que no iba a modificar las reglas de juego para el plebiscito y alteró el umbral. Entregó cheques sin fondos como el del metro de Bogotá sin siquiera sonrojarse y juró que no iba a haber reforma tributaria. También juró que si se perdía el plebiscito volvería la guerra a las ciudades y nos lloverían bombas y nos enlutaríamos de sangre; y que se respetaría el resultado electoral independientemente que le fuera desfavorable al gobierno y a las Farc. Que no endeudaría al país y sus niveles son los más altos de nuestra historia republicana; que seguiría la misma agenda del presidente Uribe, que respetaría a la oposición, que no les daría plata a los guerrilleros, que en su mandato llovería la inversión extranjera y que una vez firmado el acuerdo de la Habana con los terroristas de las Farc, habría Paz.

Nada de eso ocurrió, pero en cambio desaprovechó el momento histórico de la negociación con las Farc para alcanzar (o si quiera construir por vez primera) el mito fundacional de nuestra nación.

En sus primeras declaraciones como jefe de Estado reconoció que el gobierno revolucionario de Venezuela “era su nuevo mejor amigo” y durante años nunca cesó de alabar su ayuda en la construcción de Paz y en la construcción de un continente más seguro, prospero, libre y democrático.

Las intervenciones a favor del gobierno socialista de Maduro y Chávez se cuentan por varias no obstante “reconocer las diferencias”. Al amparo de ese interés, no dudo en recibir con los brazos abiertos los elogios revolucionarios y con inusitado honor cargó el féretro del difunto “hijo de Bolívar”

Venezuela nos es una dictadura reciente, lo es desde comienzos de siglo como corresponde a los cánones de la doctrina socialista. A pesar de ello el Dr. Santos la defendió, la legitimó, la respaldó, la protegió y, si fuese creyente, hasta la bendijo.

Ahora que su gobierno no tiene mucho más que perder y que Venezuela puede explotar en mil pedazos, el Dr. Santos arremete y se entromete en los asuntos domésticos del hermano país. Ya no hay libre autodeterminación de los pueblos que valga ni soberanía que contenga las palabras santistas. Hoy, como ayer, vuelve a la mentira como modus operandi. Eso es lo que tanto desagrada a la filosofía política y a la gente.

* Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI.

@rpombocajiao