RODRIGO POMBO CAJIAO* | El Nuevo Siglo
Miércoles, 31 de Agosto de 2011

¿Por qué mataron a Álvaro?


“Obra que se convierte a la postre en un documento histórico”


APARECE  en el mercado editorial, recientemente, una obra más, -pueda ser la de mejor trato- explicando hipótesis, teorías y pruebas sobre el magnicidio del dirigente político Álvaro Gómez Hurtado.


De su lectura se desprenden, a su vez, varias conclusiones: la primera, que a pesar de ser escrita por su hermano Enrique no hay asomo de dolor vengativo en sus palabras y su descripción pareciera haber sido alegada por cualquier académico tan imparcial como objetivo de no ser por el conocimiento enorme de la víctima y del contexto histórico del momento; la segunda, que su prosa y riqueza literaria es propia de una casa excelsa de notables periodistas y escritores que hacen del libro una pieza de encantadora lectura; la tercera, que la información jurídica allí recogida, organizada y puesta al servicio del lector, nos recuerda la época más aciaga de la historia nacional y lo delincuencial que resultó siendo el régimen del momento.


La fiscalía de Gómez Méndez queda, con razón y notorios argumentos en mano, muy mal parada. El otrora Procurador de 1989 quien tuviera que renunciar a su cargo, cuando fungió como Fiscal general de la Nación, no hizo nada distinto que desviar las investigaciones penales, quien sabe con qué propósito diferente que no fuera el de encubrir las acciones culpables de los autores materiales e intelectuales del homicidio.


Al régimen del momento no le va mejor, dentro de él y con él se desarrollaron inentendibles acontecimientos, todos ellos apuntalados a desviar cualquier investigación que tuviera como propósito o como efecto, esclarecer las causas, los móviles y los motivos del crimen.


Esta obra política y jurídica se convierte, a la postre, en un documento histórico. Recordándonos cómo mal vivimos los colombianos por aquella época, nos hace traer a la memoria los oscuros días donde un Presidente de la República fue elegido con millones de dólares provenientes del narcoterrorismo y para encubrir la falta de legitimidad el “régimen” tuvo que acudir a toda suerte de fechorías como la de violar los topes electorales, asesinar testigos, comprar y sobornar al Parlamento, adquirir jueces y tribunales judiciales por vías non sanctas, generar falsedades en documentos públicos y privados y, por qué no decirlo, acribillar a los más connotados opositores políticos de un régimen que “no se caía pero que no se podía quedar”.
*Presidente de la Corporación Pensamiento Siglo XXI