Los finales de año son ocasiones propicias para que la gente reflexione, medite, se acuerde de lo que queda atrás y conforme a ello, hacer contrición de corazón por los errores cometidos, propósitos de la enmienda, pero también es la ocasión para hacerse un autoexamen, no para hacer conciencia de lo malo, sino también de todo lo bueno que se haya hecho. Esto que es válido para la conciencia persona, tiene que serlo también para el examen de la conducta colectiva en la cual, en alguna formas, cada ciudadano tiene por algo que hacerse responsable; pero como no es el momento ni la ocasión de hacer públicas las reflexiones que tienen que ver con la conducta personal, más vale pensar y reflexionar sobre la conducta del país del cual somos parte y en cuya bienandanza debemos hacernos responsables, para bien o para mal.
Con temperamento optimista, lo cual no significa el conformismo, bien vale la pena pensar razonablemente sobre lo que estamos viviendo. Hagámonos cargo de la responsabilidad ciudadana de participar en la invitación que la Constitución nacional nos hace de participar en la elección de las personas que han de regirnos en dos de las ramas del poder público, como son la legislativa y la ejecutiva, cuyo representante es el Presidente de la República, para reemplazar a Santos cuyo segunda y último período se vencerá el 7 de agosto próximo, cuando conmemoraremos un aniversario más del triunfo militar en contra de los españoles en la Batalla de Boyacá, en 1819. Al próximo Presidente, al que elijamos en mayo de este año, le corresponderá recordar a los colombianos y al mundo entero que en el 2019 se cumplirán dos cientos años de cuando nos liberamos del yugo español en los campos de Boyacá y se inició la era republicana que hemos transitado acompañados de nuestro talante. No podemos desligarnos de él, de nuestra mentalidad, de nuestra manera de ser, que ha sido la compañía y el orgullo de todos los colombianos y que es el sello con el cual nos comportamos en todas las situaciones, como la que vemos que se avecina.
Nuestro talante ha dispuesto que en las próximas elecciones tengamos algo así como doce candidatos entre los cuales tendremos una linda oportunidad de escoger, a través del voto, a cuál de ellos preferimos para que maneje el país. Mal podemos quejarnos de la falta de opciones entre las cuales decidir contando en que hay de todos los talantes e inclinaciones políticas. Lejos de ser pesimista es preferible observar con gran objetividad la oportunidad que no se debe dejar para así, no más, votar por la persona que según el real saber y entender de cada votante sea la más capaz. Claro que cada cual puede y debe tener sus preferencias, lo cual no significa que no hay demeritar a quienes no coincidan con las propias. Por el contrario hay que in invitarlos a que se manifiesten.