Todo parece indicar que con la recesión económica de 2020, acelerada por las medidas para hacer frente a la crisis del Covid-19, en América Latina vamos para otra década perdida en materia de crecimiento económico (Ocampo.2020). Y pese a la autopercepción de que Colombia, desde el siglo XX, frente a las dificultades económicas y políticas, goza de cierta estabilidad institucional en relación con el crecimiento económico y su democracia (Robinson-Urrutia.2007), en las actuales circunstancias la construcción del plan para la recuperación exige imbricar mejor desarrollo, economía y democracia.
A lo anterior se suma la alerta de Transparencia Internacional del 3 de septiembre en donde expresa su “profunda preocupación por la creciente concentración del poder en el Presidente de la Republica, en detrimento de las otras ramas del poder y de las libertades ciudadanas.” Y advierte sobre “el riesgo de pérdida de autonomía de los órganos que deben ejercer control sobre el ejecutivo.” Es decir, la pérdida del equilibrio de poderes que sostiene nuestro esquema democrático.
Además, con el enrarecido clima de intolerancia y descalificación por la condición política o de pensamiento que se observa a diario en casi todos los ámbitos de la vida pública e institucional, se comienzan a percibir alarmantes síntomas que advierten que esta fuerte recesión puede juntarse con un serio debilitamiento de nuestra democracia. Y un escenario de esas características sería más peligroso que la pandemia del Covid-19 para el reto de recuperarnos, pues ya no sería solo la pérdida de una década económica sino posiblemente tres de esfuerzos democráticos.
En Colombia el índice de percepción de corrupción es altísimo, 37/100 (TI-2019); y ésta como se sabe es uno de los mayores obstáculos al desarrollo económico y social en el mundo. Al perderse el equilibrio de poderes y polarizarse la sociedad se deteriora la democracia, aumentando el riesgo de corrupción, la cual sería un freno a la recuperación.
En América Latina, la Cepal en sus recomendaciones sobre cómo recuperarnos mejor (Jul-2020) destaca que la igualdad fomenta la productividad y el crecimiento económico. El Secretario General de Naciones Unidas, como otras voces de líderes en el mundo, ha manifestado la necesidad de forjar un nuevo pacto político y social para afrontar la salida de la crisis. Y los empresarios del mundo en declaración del centenario de la OIE (Jun-2020) ratifican su apoyo a la Agenda 2030 como la vía más eficaz para el desarrollo sostenible.
En este sentido, distintos actores relevantes confluyen en que los planes y medidas para la recuperación deben lograrse a través de un amplio Diálogo Social. Es decir, la búsqueda del consenso en condiciones democráticas y en vigencia de las libertades y los derechos humanos.
Al inicio del gobierno Duque se anunció un diálogo social, cuyas pocas reuniones pasaron sin pena ni gloria.
Un ambiente de pugnacidad y desequilibrio institucional no favorece el diálogo. Y si no logramos pasar del persistente uso por el ejecutivo de la discrecionalidad y la imposición a un escenario de dialogo social, difícilmente podremos tener una mejor recuperación y una democracia fortalecida.
@Fer_GuzmanR