RAFAEL NIETO NAVIA | El Nuevo Siglo
Martes, 8 de Julio de 2014

Mengele

 

Josef  Mengele fue un oficial de las SS en la época de Hitler, llamado el Ángel de la Muerte,  que trabajó como médico en los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau (el campo de los gitanos), donde utilizó a judíos y gitanos, particularmente niños y gemelos, en experimentos “científicos” enderezados a “clonar” una nueva raza aria. En Auschwitz murieron unos dos millones de personas, de las cuales unas cuatrocientas mil pueden atribuirse a Mengele. Una bicoca comparada con los cuatrocientos mil abortos por año que se practican en Colombia, y los 1,6 millones anuales en los Estados Unidos, de los que el 55% se practica a mujeres negras (13% de la población) o hispanas (16%  de la población) y solamente el 36% en mujeres blancas no hispanas (66% de la población). Comparando estas cifras, los abortistas dejan a Hitler como un mono pintado en la pared.

Dentro de los avances de la ciencia moderna, se encuentran las investigaciones con células madres que se pueden diferenciar y producir otras células, útiles para renovar tejidos. Hay varios métodos para obtenerlas, desde la utilización de embriones (blastocitos) como los que se usan para la fertilización in vitro pero que son desechados, la producción de blastómeros sin destruir el embrión, la utilización del cordón umbilical o del líquido amniótico. Todas están en fase de experimentación aunque se está alcanzando un consenso respecto al no uso de embriones vivos -que son seres humanos en etapa embrionaria- por los problemas éticos que ello conlleva, por lo que varias religiones -en particular la católica- consideran que ese procedimiento es éticamente reprobable.

El artículo 134 del Código Penal sobre manipulación genética excluye de la sanción penal la fecundación de óvulos humanos para la investigación científica o con fines terapéuticos. El Procurador considera que permitir la procreación, manipulación o destrucción de seres humanos en favor de otros contradice la dignidad humana contemplada en la Constitución y viola el núcleo esencial del derecho a la vida, así como la Convención Americana de Derechos Humanos, que tiene rango constitucional en Colombia, y que dice que “persona es todo ser humano…   en general desde el momento de la concepción”. El problema no es “religioso” sino de ética.

Un editorial de El Tiempo dice que la posición del Procurador “demuestra un inconveniente moralismo legal puro”. “En asuntos de ciencia, la voz la tiene la ciencia”, agrega. “El mundo ha logrado conciliar aspectos fundamentales en esta materia, que la Procuraduría parece desconocer”. ¿Qué hubiera dicho en su momento de Mengele? El que parece desconocer la realidad es el editorialista porque hoy incluso las células de la piel se pueden convertir en células madre sin necesidad de matar embriones, y porque el Procurador no se opone al uso de embriones para fertilización sino a que se procreen, se manipulen y se maten como cosas cuando son personas.

 

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