RAFAEL GÓMEZ MARTÍNEZ | El Nuevo Siglo
Miércoles, 2 de Enero de 2013

Mínimos éticos
Para comenzar el 2013, quiero plantear una reflexión bien compleja. ¿La sociedad del siglo XXI debería contar con unos mínimos éticos de comportamiento?
Según el profesor Hayek: “la libertad no solo significa que el individuo tiene la oportunidad y la responsabilidad de la elección, sino también que, debe soportar las consecuencias de sus acciones y recibir alabanzas o censuras por ellas”.
Fernando Savater, a su vez, plantea que “la ética es una toma de postura voluntaria, fruto reflexivo y estilizado del amor propio del ser humano”.
Nada más aberrante que ver la cara del asesino de Rosa Elena Cely. Ni un ápice de arrepentimiento. Pero más aberrante, aún, es ver cómo la justicia, en minúscula, colombiana le podría conceder una rebaja de pena por su comportamiento y sus confesiones de sus múltiples crimines. ¿Ese es el amor propio que nos tenemos? ¿Que se tiene la justicia colombiana?
¿Por qué la sociedad bogotana, por ejemplo, permite todo lo que está pasando en su ciudad? ¿No deberíamos contar con unos mínimos éticos para elegir a nuestros gobernantes? ¿No deberíamos contar con unos mínimos éticos de comportamiento hacia la autoridad? ¿Al profesor? ¿A nuestros padres de la patria? ¿A nuestros soldados que dan la vida por nosotros? ¿A nuestras familias? ¿Hacia la vida humana?
Pero no. Noticias RCN mostró, cómo una mujer borracha y salida de sus cabales irrespeta a la autoridad. En la Feria de Cali, el irrespeto a la autoridad es evidente. La autoridad, a su vez, debería hacer respetar su uniforme. Recientemente he visto a oficiales de la Policía fumando en servicio, por ejemplo. Si la misma autoridad no se respeta, cómo pretende que la respeten.
¿No deberíamos respetar, como mínimo, a la Plaza de Bolívar o el monumento a Américo Vespucio? ¿Los lugares sagrados, las iglesias católicas, las estaciones de Transmilenio que huelen a popó y a pipí? Vayan y miren cómo están.
Nada más deprimente que ver a jóvenes fumándose su “cacho” de marihuana al lado de las familias que juegan con sus niños en los parques. ¿No deberíamos tener un poco de amor propio y evitar que estos jóvenes caigan en la trampa del consumo de drogas?
El neokantismo plantea que deberían existir unos mínimos éticos del comportamiento humano. El primero de ellos consiste en actuar de tal manera como si tu principio de acción fuera una ley universal. Este debería ser un imperativo categórico.
Un estudioso de la obra de Kant fue John Rawls, politólogo con su obra: La ética de mínimos, dice que: “deben existir, a su vez, una serie de principios. El primero de ellos: ponernos de acuerdo con el primer principio: ¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal? ¿Podría existir una definición universal para el bien o para el mal? El segundo principio: el cómo me comporto frente a la definición planteada. ¿Soy coherente y consistente con mi comportamiento? El tercer principio consiste en realizar un balance general de nuestro comportamiento”.
El entonces presidente de Kellogs, Alberto Raich Ortega, comenta, en la revista No 44 de la ANDA, que “la moral y la ética no se negocian. Son valores únicos y son universales”, al referirse a los valores corporativos que rigen el comportamiento de la multinacional de alimentos. “No basta con ofrecer los productos que se ofrecen, sino también establecemos estándares y políticas institucionales sobre el cómo los hacemos y el cómo nos relacionamos con las demás fuerzas del mercado”.
Friedo Riken en la Ética general dice que: “la vida del hombre es una sucesión de decisiones. Por esto es inevitable que el hombre se pregunte por el recto decidir y el recto obrar. El criterio de obrar recto corresponde a la autoridad que tiene la persona para su actuar. Ello exige obrar recto frente a todos, frente a la sociedad”.
Cuando terminaba, me llamó mi amigo el filósofo, el de verdad; porque lo mío es apenas una aproximación a la filosofía, quien al ver una noticia sobre el proceso de paz con las Farc me preguntó: “Rafa: ¿Está bien sentarse a negociar en esas condiciones? ¿Cuál es el principio del bien; del Gobierno y de las Farc, en esa negociación?
Traslademos esta aseveración al campo político. ¿Cuál es el principio mínimo ético del bien político? Vayamos al tema de la justicia: ¿cuál es el principio de bien que está rigiendo a todos los jueces, magistrados y demás personalidades de la rama judicial? Y, así sucesivamente”.
Ahí, sí quedé más frío que un Bon Ice y más enredado que cuando comencé la presente reflexión.
Puntilla. ¿Se justifica sentarse a dialogar con las Farc sin plantear siquiera, como mínimo, la liberación de los secuestrados, sin dejar el negocio del narcotráfico, sin desarmarse, sin pedir perdón a la sociedad por sus delitos atroces y de lesa humanidad?