Es mucho lo que podemos criticar al presidente Santos, sin embargo debemos admitir que su maquinaria de lobby internacional es excelente. La firma, dos veces, de los “acuerdos finales” con las Farc, con presencia de nutrida representación de la comunidad internacional, la que aplaudió a nuestro primer mandatario por haber logrado la paz para el país y por sus éxitos en la lucha contra el narcotráfico, luego el otorgamiento del premio Nobel de la paz y ahora la visita de Estado a la Gran Bretaña, deben ser la envidia de todas las firmas de lobby del mundo. Algún día, tal vez después de aprobada la reforma tributaria, sabremos cuanto nos costaron a los colombianos estos logros de nuestro Gobierno. Nada más diciente sobre la realidad que la caricatura (“Matador”, El Tiempo, 2 noviembre) que muestra a Santos saludando a la reina Isabel y en la cual el presidente colombiano aparece, de la cintura hacia arriba, elegantemente ataviado, con la leyenda “imagen internacional” y de la cintura hacia abajo, con la leyenda “imagen nacional”, vestido de jirones.
La comunidad internacional ha felicitado profusamente al presidente Santos por haber logrado la paz para Colombia, por sus triunfos sobre el narcotráfico y por haber recibido el premio Nobel de la paz. Todos queremos la paz para Colombia y todos queremos un acuerdo con las Farc, que sería un paso para esa paz total, la que solo se obtendrá cuando se logre someter a los 1.500 del Eln, que ya tratan de doblegar al Gobierno, y a otros grupúsculos de bandidos (Epl, Adg). Pero queremos una paz duradera, no con términos impuestos por un convenio con 5.765 guerrilleros, sin impunidad para crímenes de lesa humanidad, que no derogue los principios básicos de la democracia, que crea un tribunal supraconstitucional, sin reglas claras, con duración indefinida y con jueces nombrados por la guerrilla, algunos extranjeros.
La derrota de los acuerdos de La Habana reflejó este querer nacional y no fue fruto de “una estrategia de desinformación y mentiras” como dijo el presidente al parlamento británico, tratando de justificar su descalabro y paliar la molestia de una comunidad internacional que, convencida por la propaganda, aclamó prematuramente, en Cuba y en Cartagena, unos acuerdos que no fueron. Mentira aquella de que si no se aprobaba el plebiscito se desataría una guerra urbana. Mentira el éxito en la lucha antidrogas: área sembrada duplicada entre 2014 y 2015 (hoy 159.000 htas.), productividad aumentó más de 50% desde 2000; ¿Causa? Suspensión de la fumigación aérea que, según Santos, “no se va a volver a asperjar, que quede claro.” Premio Nobel de paz: recordemos que en 1973 el vietnamita Le Duc-To lo rehusó dignamente “porque su país aún no estaba en paz”.