Están confluyendo distintos temas en el día a día en el territorio nacional que podría degenerar en breve tiempo en un ambiente grave de agitación social. Para nadie es desconocido que todos los días las noticias transmiten información acerca de preocupantes casos de inseguridad en las distintas ciudades del país, los asesinatos de policías y dirigentes campesinos por parte de grupos ilegales, el comportamiento negativo de distintas áreas de la economía nacional, además del alarmante deterioro en el manejo de los dineros públicos que ha llevado a tantos escándalos de corrupción.
También nos informan acerca de las protestas sociales, como las que se viven en Buenaventura, Tumaco y en otros lugares del territorio nacional. Los paros de maestros, servidores públicos de las ramas ejecutiva y judicial y la protesta de los taxistas contra el ejercicio ilegal de Uber. Luego no finalizan sin tocar los incumplimientos del Estado al pacto de La Habana o los errores en la implementación del acuerdo y las distintas normas que se han expedido en los últimos días por el Gobierno a través del llamado fast track o decretos basados en facultades que aún no se conocen en su totalidad.
Entre noticia y noticia la preocupación es inevitable. Los escándalos de corrupción por su parte han desembocado ya en incalculables cifras de pérdida de recursos públicos que han ido a parar al bolsillo de los particulares. Y como si fuera poca la deuda externa, el aumento de impuestos que sumados todos en algunos casos llegan al 68% y en otros hasta el 72% que han tenido como consecuencia que empresas y personas han tenido que acudir a créditos para poderlos pagar y en otros casos a generar dificultades de liquides y tesorería; la baja en un 35% de la contribución de recursos por parte de Estados Unidos para el llamado post conflicto, que hace poco fue anunciado por el gobierno de este país.
¿Cómo no alarmarse ante este panorama? Y qué decir de la falta de credibilidad de la opinión pública en los partidos, líderes políticos y el propio Gobierno que según las últimas encuestas su popularidad está por debajo de los mínimos que los anteriores mandatarios presentaron en sus malos momentos, que nos lleva a una situación de incertidumbre y de desconfianza en el pueblo colombiano.
La inestabilidad jurídica ha hecho que se pierda interés por parte de inversores extranjeros y a que Colombia sea un destino menos atractivo para invertir. Ya son incontables los inventarios de viviendas y oficinas para la venta o arriendo sin lograr el cierre de negocios lo que ha puesto a sus propietarios en dificultades. Otro motivo de intranquilidad son las políticas de gobierno que han debido ser política de Estado en temas en los cuales es prioritaria la participación ciudadana y la democratización de las soluciones.
En fin, la sumatoria de indicadores negativos está haciendo que el pesimismo aumente y que nazca una gran preocupación que puede convertirse y desembocar en el inicio de una cadena de resultados poco alentadores. Sería conveniente que el Presidente de la República fuera consciente de estas condiciones e hiciera una convocatoria a un gran acuerdo de salvación nacional, pues de lo contrario, además de seguir bajando en su popularidad, tendremos un país donde cada día sea menos posible llegar a conversaciones viables que recuperen la gobernabilidad y el rescate de los valores éticos y morales. Y es que ya no sólo es un sentimiento, ya no es un temor. Es una realidad que estamos sufriendo y viendo todos los días. .