Preguntan | El Nuevo Siglo
Jueves, 8 de Septiembre de 2016

Nueva York. - Estados Unidos, tercer país más poblado del mundo con 321,6 millones de habitantes al cierre de 2014, miran más bien poco a Latinoamérica, aunque a Colombia nos ven algo más por estos días.

Son 50 millones de hispanos en el país del norte. Hay 11 millones de indocumentados, ilegales y sin derecho a residencia.

Unos 8 millones de hispanos estudian inglés. El resto, o ya lo hablan, o apenas se defienden realizando oficios mal remunerados en comercio, bares y restaurantes.

Entre los mismos latinos se ayudan. Quienes tienen negocios propios contratan mano de obra de residentes ilegales, pero les pagan barato y sin prestaciones ni salud.

Quien está ilegal pide el trabajo con poca paga. El patrono puede ahorrarse unos dólares y preferir al indocumentado.

La mayoría llegaron a Estados Unidos en busca de una oportunidad que no tuvieron en sus países de origen o que no buscaron.

El grueso de esta población vive apenas con lo justo. Ni le falta mucho, ni le sobra nada.

Trabajan para sobrevivir al sueño americano. Dicen en las calles de Washington y Nueva York, que es mejor ser pobre en Estados Unidos que en sus propios países.

Unos 16 millones de hispanos se dedican a trabajos por temporadas. Carpinteros, vigilantes, lavaplatos, meseras, cocineros, vendedores informales, pintores y hasta músicos callejeros.

El rebusque en el país de Obama tiene de todo y da para todos.

La policía es amable, cercana y persuasiva. Si hay que actuar tiene mano dura, pero escucha y orienta. Aquí se cumplen la ley y el orden, porque sí.

Trenes se impulsan en horas pico abarrotados de hispanos presurosos a cumplir jornadas o regresando a viviendas donde habitan generalmente dos o tres familias para compartir costos.

Arriendos caros, crédito hipotecario imposible si no es residente legal y la canasta familiar nada barata en Nueva York.

En avenidas pintorescas y emblemáticas de un Manhattan que seduce e invita, hispanos de todas las regiones forman mezcla de costumbres y culturas.

Los más latinos y arraigados en Estados Unidos, responden preguntas sobre Colombia con cierta desmotivación y decepción:

Interrogan a este cronista sobre ¿Dónde está en dinero para pagar el posconflicto con las Farc?

Y cuestionan, ¿Cuánto dinero han donado países amigos del cese el fuego con esa guerrilla?

Preguntan también, ¿Quién, cómo y qué porcentaje pagaremos ciudadanos?  ¿De dónde?

¿Qué empresas tienen en sus estructuras laborales ofertas de empleo para exsubversivos?, quieren saber.

Les inquieta conocer ¿Qué tan preparados estamos para administrar el posconflicto?

¿Cuál será el camino para vincular a los excombatientes a salud EPS, educación y Sisben?, otra reflexión de los hispanos.

No saben sobre ¿Quién monitoreará y cómo, la adaptación de éstos a la plenitud de sus derechos, deberes y garantías?

El posconflicto más que el plebiscito palpita interés ciudadano en Estados Unidos.