Post-supermartes, prenoviembre, post-enero | El Nuevo Siglo
Sábado, 9 de Marzo de 2024

Habiéndose corrido el maratón del supermartes, y suponiendo que todo lo demás no cambie -ceteris paribus, como dicen los economistas-, Joe Biden y Donald Trump volverán a disputarse, como hace cuatro años, pero en posiciones invertidas, la presidencia de los Estados Unidos. Con todo, por más definitiva que aquella jornada haya sido en algunos aspectos, son muchas las cuestiones que quedan aún pendientes y que vale la pena empezar a considerar.

Para empezar, está la de quién acompañará a uno y otro candidato como fórmula vicepresidencial.  No es un asunto menor. Biden llegará a las elecciones con 82 años, ya siendo el presidente más viejo en la historia de Estados Unidos. Por su parte, Trump, a sus 77, tampoco es ningún jovenzuelo. A esas edades, la prudencia invita a recordar que todo ser humano -presidentes incluidos- tienen que pagar tarde o temprano (y, para el caso, más temprano que tarde) su tributo a la naturaleza. Por otro lado, ni Biden ni Trump -uno por el entredicho que campea sobre su capacidad, el otro por el cúmulo de entredichos judiciales que arrastra- estará exento de afrontar cuestionamientos sobre su idoneidad (física o moral) para permanecer en el cargo.  Quizá quien sea elegido para habitar el Observatorio Naval esté llamado, desde el principio, a acabar sentado en el despacho oval.

No hay que olvidar que en noviembre se renuevan el Senado y un tercio de la Cámara de Representantes. El “gobierno dividido” -un presidente sin mayoría en el Congreso- no es inusual. Pero en esta ocasión, teniendo en cuenta el enrarecido clima político, un gobierno dividido podría suponer un escenario particularmente proceloso para quienquiera que deba navegarlo.

Previsiblemente, la contienda será sumamente reñida. Será mejor no dar ninguna tendencia por definitiva. En el camino puede haber sorpresas, como la que en la jerga de Washington llaman “sorpresa de octubre”: un hecho o noticia, espontáneo o fabricado, con el potencial de alterar el curso de la carrera hacia la Casa Blanca.  Como están las cosas, no se puede descartar que la sorpresa llegue incluso antes de octubre.

Cómo recibirán los resultados uno y otro candidato, sus partidos y sus votantes, es otro interrogante, nada desdeñable. El de aquel 6 de enero de 2021 constituye un preocupante precedente. Y también está el de aquellas elecciones de 2000, que fueron dirimidas polémicamente, no en las urnas sino en los tribunales. De naturaleza distinta e incomparable, vaya uno a saber si no servirán esta vez como recordatorio de que, aunque la historia no se repite, suele rimar -y a veces, con cacofonía-.

El futuro de la política y la gobernabilidad en Estados Unidos es hoy, más que nunca -como dijo Churchill de la Rusia bolchevique en 1939- “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”, tanto para los propios estadounidenses como para el resto del mundo.

Un acertijo, un misterio, una incógnita que, obviamente, no ha resuelto el “supermartes”; que tampoco se resolverán de aquí a noviembre; que muy probablemente tampoco se resolverán después del 20 de enero de 2025. Antes bien, puede que se vuelvan todavía más inaprensibles. 

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales