Históricamente y con mayor intensidad después de la Constitución del 91, los colombianos hemos creído que el Estado está obligado a solucionarnos todos los problemas. También producto quizás del analfabetismo económico que padecemos solemos creer que el Estado es “rico” y sus recursos son ilimitados. Es por esto (y por otras razones) que lo hemos llenado de obligaciones, cada derecho termina siendo una carga más para las finanzas públicas.
Esta “costumbre” le ha servido durante décadas a los políticos para conseguir votos, siempre han propuesto lo divino y lo humano. No importa si es un gobierno de “derecha”, “centro” o “izquierda” todos han caído en la trampa del populismo y ninguno se ha detenido a explicarle a los electores que no hay nada gratis, que el Estado no es rico y que se financia a través de la riqueza que se genera a través del trabajo, es decir sus ingresos no son otra cosa que la obtención de parte del trabajo de todos los ciudadanos.
¿Hay problemas de desempleo? Creamos subsidios a la nómina en lugar de solucionar los problemas estructurales que impiden la generación de empleo formal. ¿Necesitamos jóvenes más educados? Subsidiemos la educación en lugar de facilitar la generación de ingresos de las familias. ¿Hay pobreza? Aumentemos las transferencias monetarias en lugar de aumentar la creación de riqueza haciéndole la vida más fácil a las empresas. Así buscando “solucionar” problemas, terminamos subsidiando casi todo lo que nos rodea: los servicios públicos, la vivienda, los préstamos a los emprendedores, la gasolina, entre otros. Incluso, en medio de las elecciones al Congreso, un candidato propuso que se creara un Sisbén para mascotas, seguramente con el propósito de que recibieran subsidios cuando sus dueños no podían cuidarlas.
Llevamos entonces décadas y diferentes gobiernos convirtiendo a las personas en entes que solo son capaces de sobrevivir si el Estado les da y que sienten que cuando tienen algún problema está obligado a solucionarlo. Hoy los colombianos no ven las propuestas populistas, similares a las de la campaña de personero de colegio de Gustavo Petro como peligrosas, mucho menos se preocupan por el origen de los recursos para financiarlas. Para ellos, el Estado es una fuente inagotable de recursos y está obligado a solucionarle cada aspecto de sus vidas. Nuestros políticos han sido irresponsables, pero han tenido algunos limites, o bueno al menos el Banco de la República y la regla fiscal les han impuesto algunas restricciones. Ahora llegó uno más irresponsable, que no le teme a nada, que además nunca en su vida ha generado un solo centavo, todos sus ingresos han sido fruto del trabajo de otros, o porque se los robaba cuando era guerrillero o porque ha vivido a cuenta de nuestros impuestos como político.
El éxito de la demagogia de Gustavo Petro es el resultado de que los gobiernos anteriores hubieran (seguramente con buenas intenciones) vendido la idea de que no somos capaces de valernos por nosotros mismos y necesitamos depender del Estado para poder sobrevivir. La única forma de hacer que Colombia progrese es educando individuos responsables de su propio destino, con un Estado que sea un árbitro imparcial y no un jugador, que ayude a los más necesitados, pero con el objetivo de sacarlos de la pobreza y no de condenarlos a vivir en ella para hacerlos dependientes del poder de los políticos.