CONTRIBUCIONES A LA PAZ
Más que restos, lecciones
“Hay que dejar de lado equivocaciones de Camilo Torres”
Como acercamiento hacia la paz con el ELN se ha sacado a relucir el tema de la localización de los restos mortales del sacerdote católico Camilo Torres Restrepo. Este inquieto levita, siguió, inicialmente, su ideal sacerdotal, y fue ungido ministro de Dios, pero, llevado por su empeño en busca de un cambio social, después de meses de proselitismo por vías democráticas, optó por las armas, ingresando a la lucha subversiva, en donde encontró la muerte bajo sus líneas y tácticas (15-02-66). No obstante las precisas informaciones sobre la suerte de esos restos, dadas por el destacado y honesto General Álvaro Valencia Tovar, especialmente en su importante libro “Mis Adversarios Guerrilleros” (Editorial Planeta, 2009), se quiere, ahora, despertar incerteza sobre su ubicación. Se percibe en ésto querer darle protagonismo, salir a exaltar la figura del padre Camilo, cuyo ideal y actuaciones de adhesión a las vías violentas, lo colocaron al lado de esos grupos, que ahora, hablan de paz pero sin la menor rectificación de las líneas criminales de acción.
Es conocida la práctica guerrillera, que el fusil para seguir actuando en sus filas debe conseguirse, matando un militar o un miembro del Gobierno, como demostración de valor y fidelidad a esa causa. Esto buscaba el inexperto Camilo en esas lides cuando lo sorprendió la muerte. Tal práctica, y las fieras actuaciones con las que obran esos grupos, estilo del ELN que dio muerte, luego, al celoso y santo Obispo de Arauca, Mons. Jesús Emilio Jaramillo Monsalve (02-10-89), no es para señalarlo como de “lucha cristiana para transformar las injusticias sociales” como se esta pretendiendo en estos días.
Se quiere sindicar como el culpable del fracaso del Pbro. Camilo al sabio y prudente cardenal Luis Concha Córdoba, por no haber permitido adelantar sus campañas políticas, imbuidas de pensamiento marxista, como sacerdote en ejercicio. Camilo le pidió su salida del estado clerical (25-06-65), consciente de que la Iglesia no encontraba coexistente su calidad sacerdotal con ese liderazgo político. De allí en adelante nadie le impedía adelantar campañas como laico, y fue él quien optó, erradamente, por la lucha armada. Sin, demeritar sus generosos propósitos, sus ideales de redención social en un mar de injusticias, su entrega valiente al pensamiento que lo guiaba, todas estas lecciones de imitar, estuvo su error en no advertir la total oposición de un ideal cristiano con las tesis y modalidades fieras de un movimiento guerrillero. Querer hoy colocar su opción, como referencia para lucha cristiana, es notorio propósito de todo este revuelo en torno a sus restos, es pretender que sin enmienda ni arrepentimiento de crímenes de parte de los violentos se pueda cimentar la paz.
El General Valencia, en sus aludidas páginas afirma que le correspondió el doloroso levantamiento de sus restos, colocarlos, luego, sin publicidad, para evitar fueran explotados para campañas a favor de la violencia, en lugares decorosos, poniéndolos, finalmente, bajo la custodia de su hermano Fernando. Este supo valorar a Camilo, pero se empeñó, como servicio al País, en que “no dejemos que se oscurezca la imagen de Camilo al acrecentar la violencia y aumentar el número de muertos colombianos al tomar su nombre como bandera” (Carta al Espectador 24-02-66).
Creo que, como contribución a la paz, sea lo prudente y sereno, más que ir tras los restos de Camilo Torres, hacer balance de las lecciones positivas de su personalidad, para imitarlas, y dejar de lado sus palpables equivocaciones, cuya exaltación no llevará a la paz. Que nos quede una imagen respetable de él, pero no como bandera cristiana para “justas reivindicaciones”. Nos quedamos, más bien, con figuras como San Pedro Claver, servidor de los esclavos, y la Madre Laura, apóstol de los olvidados indígenas.
*Expresidente Tribunal Ecco. Nal. Email: