Es evidente que en esta época la gente desconfía de los políticos y actuando en consecuencia vemos a diario un creciente número de ciudadanos expresar su descontento en las redes sociales, algunos en forma agresiva, lo que contribuye a que aumente la ola de desprestigio del sistema democrático que nos rige.
La corrupción rampante es lo que más ha contribuido a ello; sorprende la cascada de delitos que a diario se destapan sin que veamos presencia de la justicia. Si ella actuara, como debería ocurrir, el cáncer social que nos amenaza podría ser ejemplarmente perseguido y, como ha sucedió en otras latitudes, el daño podría controlarse.
Sin embargo, para desgracia nuestra, comprobamos que el aparato judicial está igualmente corrompido lo que aumenta la sensación de desamparo.
Pero hay otras cosas que impiden que los políticos, o al menos la mayoría de ellos, se reivindiquen con sus electores dando señales claras de que no todo está perdido.
Me refiero a la proverbial lentitud con que actúan frente a los problemas evidentes que afectan al colectivo social que les rodea.
Tal vez sea el temor a equivocarse, el deseo de complacer a todos siempre o su carencia de liderazgo lo que paraliza a casi todos. Muy pocos se destacan por reaccionar con rapidez y contundencia frente a lo apremiante; la mayoría se muestran incapaces de hallar apropiadas soluciones en el menor tiempo posible.
Un ejemplo evidente lo vivimos por estos días en Bogotá con el tema del Metro. Contrasta la diligente actuación de un líder perseverante como Enrique Peñalosa, que sin preocuparse por su imagen, sino pensando en el bienestar colectivo, plantea soluciones, con la actuación paquidérmica y solo verbal de casi todos los Concejales en este caso, quienes amagan con trabajar sin lograr ser eficaces.
Peñalosa contra viento y marea, propone un Metro que no solo satisface el anhelo de tenerlo, sino que al complementarlo con la construcción de una amplia red de troncales de Transmilenio ofrece resolver la desesperante congestión en la que a diario estamos atrapados.
Si solamente hubiese querido darle contentillo a la galería, habría acometido la construcción del proyecto subterráneo que heredó, aunque solo hubiese sido una solución recortada por los sobre costos generados en la mayúscula devaluación que afectó nuestra moneda después de diseñado.
Por el contrario, una vez elegido se dedicó a la búsqueda de soluciones eficaces y en tiempo record llevó su proyecto, con adecuados diseños, hasta donde ningún otro burgomaestre había llegado; ya la nación garantizó mediante documento Conpes los recursos requeridos.
Sin embargo en estos momentos, su proyecto, que solo necesita de la aprobación en el Concejo de las vigencias presupuestales futuras, se atascó en el farragoso terreno de los sofistas; la minoría, terca opositora, está a punto de detenerlo durante los seis meses que dura la Ley de Garantías Electorales.
Después, con nuevo Presidente esa minoría espera sepultarlo. Para bien de su prestigio y haciendo lo debido las mayorías en el cabildo distrital deben actuar con contundencia.