P. ANTONIO IZQUIERDO | El Nuevo Siglo
Domingo, 7 de Octubre de 2012

“En la Iglesia hay ricos de bienes, y muchos de ellos son a la vez ricos de amor verdadero”.

DOMINGO 26 TIEMPO ORDINARIO

La libertad del espíritu

Los textos de hoy hacen todos referencia a la vida comunitaria, sea en el pueblo en marcha hacia la tierra prometida, sea en la comunidad eclesial. La primera lectura (Num 11, 25-29) habla de la donación del Espíritu de Dios a los setenta jefes del pueblo en camino por el desierto. En el Evangelio (Mc 9, 38-43.47-48) se reflejan ciertos aspectos de la vida de los discípulos y de los primeros cristianos en sus relaciones internas y en las relaciones con los que no pertenecen a la comunidad cristiana. Santiago (segunda lectura Sant 5, 1-6) se dirige al final de su carta a los miembros ricos de la comunidad para recriminar su conducta y hacerles reflexionar sobre ella a la luz del juicio final.

Lo primero que salta a los ojos leyendo los textos es que la comunidad cristiana primitiva y ya antes la comunidad judía del desierto están marcadas por la limitación e imperfección. Aprendamos una cosa: ninguna comunidad cristiana concreta está exenta de imperfecciones, debilidades y miserias. El Papa ante esta realidad nos invita, de cara al pasado a purificar la memoria, y de cara al presente al arrepentimiento y a la renovación.

El Espíritu es como el alma de la Iglesia, pero sin carácter exclusivo ni excluyente. Los hijos de la Iglesia hemos de tratar de conocer y de sentirnos llenos de gozo por las manifestaciones y la impronta del Espíritu en otras religiones. Es verdad que junto a la acción del Espíritu y mezcladas con ella están las acciones humanas, con toda su imperfección e incluso pecado. Por eso, es necesario el discernimiento, esa capacidad de saber distinguir y separar la obra del Espíritu de la acción de los hombres. Distinguir y separar, pero no eliminar. "No apaguéis el Espíritu", nos exhorta san Pablo. En la coyuntura actual de la sociedad y de la Iglesia -y seguramente esta situación se acentuará en el futuro- es importante que los cristianos sepamos acoger la libertad del Espíritu.

En la Iglesia sólo algunos han sido llamados por Dios para ejercer la autoridad institucional, pero todos tenemos el derecho y el deber de ejercer la autoridad de la santidad. En la Iglesia hay ricos de bienes, y muchos de ellos son a la vez ricos de amor verdadero. En la Iglesia se dan también los pobres en bienes, pero que poseen una riqueza extraordinaria de fe, de amor y de esperanza. No nos engañemos. Los verdaderos ricos en la Iglesia son los santos. Si además de ser ricos en santidad, son ricos en dólares, mucho mejor. Con tal de que los pongan al servicio de todos. /Fuente: Catholic.net