MIRADOR
Paraíso
Todo movimiento en paraísos fiscales causa sospechas legales.
Nadie tiene pruebas de que sean dineros sucios, pero que hay maromas financieras para burlar el fisco, las hay.
Es confirmación de un capitalismo salvaje, fondos ‘chatarra’ que contaminan la legalidad monetaria global.
Artimañas de delfines y peces gordos para constituir empresas ‘fantasma’, con comités directivos inexistentes, representantes legales de papel, giros y pagos sin detallar propietarios.
En Panamá ocurre lo que por décadas viene dándose en otros apetecidos paraísos fiscales que habitualmente son el camino de rosas de quienes amasan fortunas, pero no honran obligaciones tributarias.
Panamá no ha señalado culpables, lo que significa que no será sencillo llevarlos a prisión y hacerles pagar al fisco. Solo están en la mira.
Hacer empresa es producir, vender, exportar, facturar, generar trabajo, prosperidad para accionistas y servidores, y claro, pagar impuestos.
Firmas fantasma no generan riqueza, no tienen sistemas de producción, no vinculan mano de obra, no son materia prima del desarrollo, y lo que es peor, nadie sabe de nada ellas y por consiguiente, evaden tributos.
Los sistemas impositivos a la intemperie, estafados por años, sin capacidad de ver paraísos ocultos, podría decirse que criminales, pues amasan fortunas no declaradas mediante trampas y burlas.
Tener encargos fiduciarios en países atractivos por tasas de interés no es delito.
Tener liquidez y un portafolio diversificado con cuentas en el exterior no es mal negocio. Abrir varias cuentas familiares con los excesos de liquidez es legal. No tener el dinero en el país de origen, llevarlo a rentar más a otros mercados, es parte de la movida financiera.
Lo que no es correcto es esquivar el fisco a cualquier precio. Es delito no declarar lo que se tiene porque entonces no se reconoce la propiedad y no se pagan impuestos.
Algo huele mal en la papelería panameña. La tentación por grandes ganancias de ambiciosos hombres de poder, incluso gobernantes, no es pequeña ni vana. Hay una astucia vanidosa, suficiente y arrogante de quienes tienen sus capitales en paraísos extraterritoriales.
Una sombra bajo el frondoso árbol fantasma del que brotan frutos maduros de ganancias cosechadas por años al amparo de legislaciones flexibles y poco activas frente al delito. La imaginación en el paraíso vuela alto.
El escondite es la guarida monetaria de quienes se hacen más ricos sin rendir cuentas a sistemas tributarios de sus países de origen.
Se llevan sus dineros donde generen mayores dividendos sin rastro de nombres ni apellidos en movimientos y transacciones. Oscuras empresas fantasma que registran dirección en papel, sin sede física.
Escondite en el paraíso. El juego del bien contra el mal apenas inicia.