ORLANDO CANO VALLEJO | El Nuevo Siglo
Martes, 11 de Marzo de 2014

Voto de fe

 

Un nuevo mapa político plantea caros desafíos camino a nuevo orden institucional. Las votaciones del domingo tienen dos componentes: uno social que invoca cambios inmediatos en la forma de hacer y ejercer política en Colombia, y el otro, recobrar credibilidad y decencia entre votantes y abstencionistas. El país experimenta un cúmulo de cosas sensibles y singulares que va desde el desprestigio de obsoleta y dominante clase política, afán por lo particular, detrimento de lo público, burla de lo ético, e irrespeto por derechos ciudadanos.  Las gentes votan por un sueño, revolución de las cosas cotidianas, cambio de feas costumbres políticas, credibilidad de sus dirigentes.

El colombiano cree por convicción. Es optimista por naturaleza. Tiene fe de carbonero. Es emprendedor y asume riesgos. No en vano, elecciones del domingo marcaron el firme propósito nacional de darle una nueva oportunidad a nuestra clase política. Se votó en alta dosis por un Congreso con nuevo enfoque y rostro social, defensor de grandes transformaciones que urge el país, conformado por líderes de la más alta dignidad, corajudos, combatientes y cercanos al pueblo. La democracia se nutrió en justas electorales del 9 de marzo y el Congreso, tan renovado como votantes decidieron, tiene desde hoy la responsabilidad histórica de trazar la nueva ruta que demanda el país para su travesía hacia la prosperidad.  No más turismo parlamentario, nada de ausentismo, menos comisiones sin sesionar por falta de quórum y mayor responsabilidad y control político en los actos legislativos. No puede seguir prosperando el carnaval de proyectos de ley que sólo pretenden distraer y justificar la presencia de un legislador. Debe darse un veredicto final sobre la validez, necesidad e importancia de una iniciativa de origen parlamentario.  No más proyectos inútiles que quitan tiempo al Congreso.

Salud, pensiones, para fiscales, educación, agricultura y tierras, vivienda, costos financieros, fronteras, empleo, infraestructura, tecnología, relaciones internacionales y diálogos de paz, deben ser el norte a seguir por parte del nuevo Congreso. Un parlamento respetuoso de los derechos ciudadanos, también de sus deberes y obligaciones, hace parte de transparencia en democracia y participación política.

Estar en la cresta de la economía latinoamericana, en tanto hay crisis en Venezuela, no es para bajar la guardia. La situación en la frontera colombo-venezolana es tan complicada que hoy mismo Gobierno y congresistas deberían tomar riendas en el asunto, en consenso con autoridades del vecindario. Es hora de calibrar el talante de los recién elegidos. Que empiezan a ganar crédito.

Bienvenido nuevo Congreso. A trabajar por el mejor estado de cosas que prometieron en campaña. O a enmendar si mintieron.