ORLANDO CANO VALLEJO | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Mayo de 2013

Mejor en paz

A  veces llegan noticias que dimensionan cruel diferencia entre sobrevivir al conflicto armado o hacer la paz con alzados en armas. El costo social de financiar la guerra es muy alto y cobra cientos de vidas humanas, pero también cuesta al bolsillo. Un ángulo periodístico que no aborda mesa temática de la Habana entre Gobierno y Farc tiene relación con pesada carga que llevan a cuesta familias y firmas de mayores ingresos, sencillamente porque la guerra hay que pagarla. Se financia hasta los dientes Fuerzas Armadas para enfrentar guerrilla y combatir narcotráfico, pues vemos impensable un futuro amenazado por el conflicto interno.

El caudal de recursos orientados a dotar de equipos de inteligencia y combate a nuestros soldados, no ha tenido la tasa de retorno esperada. Ataques de la subversión han minado esperanza nacional, aunque ahora renace alguna luz de fe y optimismo por nueva cruzada del Gobierno hacia la paz.

Mucho más cara absurda violencia planeada en el monte que anhelada pacificación que pueda concretarse en mesa de diálogos, aunque debamos adimitir concesiones políticas que hoy parecen un riesgo, una aventura democrática.

Y a propósito de costos para equipar militarmente nuestras fuerzas del orden, la DIAN recordó que este 23 de mayo vence plazo para que grandes contribuyentes colombianos paguen al fisco quinta cuota del impuesto al patrimonio, $ 2.2 billones.

Y no es declarar, es cancelar en efectivo o a través de líneas electrónicas dispuestas por esa entidad. Hay 5.700 contribuyentes en mora con el fisco por este tributo. No han cancelado $ 39 mil millones de impuesto al patrimonio y ya son objeto de embargos, secuestro de bienes y remates.

Este gravamen lo pagan en Colombia particulares y empresarios con patrimonio igual o superior a mil millones de pesos, y de transitorio se tornó permanente por el funesto impacto económico causado por combates con la subversión.

Hombres de negocios coinciden en que el valor real de la guerra no solo se mide por número de secuestrados, caídos en combate o en minas antipersona, ataques de la guerrilla a poblaciones indefensas, viudas y víctimas sin reparar, sino también, por el precio fiscal que se ha asumido para respaldar nuestras Fuerzas Armadas.

No hay que jugar con la paz. La concordia no es piñata. La resolución pacifica del conflicto interno no se apuesta en el casino. La seguridad no es lotería. Ni un ‘chance’ objetivos de cese el fuego y desarme de las Farc.