ORLANDO CANO VALLEJO | El Nuevo Siglo
Martes, 12 de Marzo de 2013

Parar, paga

 

“Cafeteros deben decidir qué modelo quieren”

Colombia abre nueva ventana a la democracia: pagar altos costos a reclamos, paros o bloqueos. Quien iba a pensar que aún en países pobres y con urgencias fiscales, las rebeliones sociales son rentables.

Como reportero cubrí extenuantes jornadas de conciliación entre Gobierno, transportadores y cafeteros. El ejecutivo nunca perdió de vista la inconveniencia de  ir más allá de sus posibilidades. Los otros pedían a su antojo, querían lo suyo, y punto.

Los costos de protestar en Colombia, escenario válido, ni más faltaba, no pueden poner en jaque las apretadas finanzas de una nación. No olvidemos que cualquier peso de más en las disputas con los protestantes es un caudal de recursos que sale del bolsillo de todos.

Los paros son genuina expresión de democracia participativa. Es política social a favor de conquistas económicas. Es una vía de escape a ciertas injusticias, irregularidades o atropellos. Pero cuando desbordan los ríos y causa corrientes borrascosas, genera caos y compromete predios ajenos.

Bien, atender reclamos en ambiente de diálogo y concertación, donde todos ponen y hay que ceder. Malo cuando es solo el interés gremial, particular o exclusivo de un sector que demanda con voracidad sin mirar las consecuencias fiscales.

Los árboles tapan el bosque. Fue lo que pasó con el reciente paro cafetero donde el tinto doble fue para este gremio y el pocillo roto para Gobierno, es decir, para el resto de colombianos.

Los platos rotos de un mal o buen arreglo lo terminan pagando los contribuyentes, pues el grueso de sus impuestos y aportes se trasladan a ese saco roto de los compromisos que debe asumir el Gobierno con sectores en paro.

Parar entonces luce lucrativo. Renta salir a bloquear carreteras y poner contra los palos el funcionamiento del país. Desbordar vías legítimas da ganancias a sus promotores y dolencias financieras al resto de la sociedad.

El Gobierno salió a apagar un incendio cafetero y empleó a fondo su cuerpo de bomberos: los recursos destinados a inversiones sociales.

La Federacafé recibió un duro golpe por parte de productores a los que representa y por los que ha jugado limpio desde su creación, con aciertos y defectos humanos. Fue marginada del más sonado caso de protesta cafetera de la historia colombiana.

Un ambiente enardecido agitó proclamas contra el actual modelo institucional cafetero. Gobierno y Federación lucieron distantes.

No sé hoy qué sentirá el zar del café, despojado de apoyo al interior del gremio. Lo cierto es que la FNC no puede irse al piso, debe adaptarse a la nueva realidad del comercio global, con reingeniería y visión.

Los cafeteros deben decidir qué modelo quieren seguir y cuál es el que les conviene. La Comisión cafetera debe actuar.

Parar, otra forma de rentar.