¡No se dejen quitar a Jesús! Esta podría ser la conclusión de la visita del Papa que llegó para interpelar y quedarse en el corazón de cada colombiano, que lo considera ahora como propio.
"¡No se dejen robar la alegría! ¡No se dejen robar la esperanza!" Fue el desafío que les planteó a los jóvenes. Su comunicación fue tan personal y profunda que ahora nadie está dispuesto a dejarse quitar al Papa.
Nos sacó del adormecimiento. Resignificó las palabras paz, verdad, justicia, Misericordia y reconciliación.
El empoderamiento personal se volvió colectivo. "Agradezco el testimonio de alegría, de esperanza, de paciencia en el sufrimiento, de este pueblo. Me ha hecho mucho bien". Y ahora, ¿qué piensa ese pueblo que "le hizo mucho bien al Papa"?
Los "líderes políticos" y sus asesores, deben estar perplejos, haciéndose mil preguntas sobre la manera de conectarse con esa opinión que salió de su orfandad. Colombia es una antes y otra después de este hombre que se conectó al alma misma del pueblo. Las palabras vacías van a sonar y a verse vacías. La manipulación se verá como manipulación. La mentira no podrá vestirse de verdad y el discurso político polarizante quedó fuera de lugar.
¿Qué opción tienen entonces los candidatos presidenciales? Seguir la ruta, claramente dibujada por Francisco hacia la Unidad de la nación: "Colombia hace décadas que a tientas busca la paz y, como enseña Jesús, no ha sido suficiente que dos partes se acercaran, dialogaran; ha sido necesario que se incorporaran muchos más actores a este diálogo reparador de los pecados. "Si no te escucha tu hermano, busca una o dos personas más" (Mt 18,15)
“Además siempre es benéfico incorporar en nuestros procesos de paz la experiencia de sectores que, en muchas ocasiones invisibilizados, para que sean precisamente las comunidades quienes coloreen los procesos de memoria colectiva”. "El autor principal, es el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite...No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos”.
“Las heridas hondas de la historia necesitan instancias donde se haga justicia, las víctimas conozcan la verdad, el daño sea convenientemente reparado y haya acciones claras para evitar que se repitan esos crímenes”…
A nosotros cristianos se nos exige generar "desde abajo": a la cultura de la muerte y la violencia, responder con la cultura de la vida y del encuentro.
El Papa dejó planteado el desafío de una corriente contracultural de encuentro, al estilo San Pedro Claver, quien "supo restaurar la dignidad y la esperanza de millares de esclavos que llegaban en condiciones absolutamente inhumanas"
¿Y cuál es la ruta? La interpelación individual y colectiva que formula Francisco: “¿Cuánto hacemos en favor del encuentro y de la paz? ¿Cuánto hemos omitido, permitiendo que la barbarie se hiciera carne en la vida de nuestro pueblo?”
“¡Cuantas veces se viven como normales procesos de violencia y exclusión social, sin que nuestra voz se alce y nuestras manos acusen proféticamente!”.
Y una última sentencia de Francisco sobre el narcotráfico: "Condeno con firmeza esta lacra que ha puesto fin a tantas vidas y que es mantenida y sostenida por hombres sin escrúpulos"